LA FAMILIA DE MI NOVIA
Una gran peli de terror que es mucho más que un rejunte de sustos.
Tal vez lo tengan a Jordan Peele por su lado más humorístico, como actor básicamente, y la graciosa mitad de “Key & Peele”. Como muchos intérpretes, decidió probar suerte tras las cámaras y se despachó con “¡Huye!” (Get out, 2017), un “thriller social”, como él mismo lo describió, que dejó a más de uno boquiabierto tras su paso por el Festival de Cine de Sundance.
Peele juega con el misterio, el terror y los prejuicios, sin dejar de lado el humor y las críticas sociales en plena administración de Donald Trump. La historia gira en torno a Chris Washington (Daniel Kaluuya), un joven fotógrafo afroamericano que decide conocer a la familia de su novia Rose (Allison Williams), muy caucásicos ellos, durante un fin de semana en su casita alejada de la ciudad. El muchacho tiene sus reservas, obviamente, pero también la seguridad de su compañera de que todo va a salir muy bien, y de que papá Dean votaría por Obama unas cuantas veces más si pudiera (¿?).
Desde el primer minuto que Chris pone un pie en este coqueto vecindario, todo parece extraño y fuera de lugar. La familia de Rose es encantadora, y hasta suele tratar de maravillas a sus “sirvientes” de color. Sí, Peele juega con los estereotipos y, aunque estemos en pleno siglo XXI, nos logra poner incómodos, al igual que el protagonista, que trata de dejar pasar estos pequeños detalles, y disfrutar de los paisajes que rodean la casa.
La visita se complica un poco más ya que coincide con una reunión anual de vecinos, un grupo estrafalario de vejetes muy blanquitos que no hacen más que admirar las múltiples cualidades del muchacho como si se tratara de un espécimen que todos quisieran poseer.
A Chris no le quedan dudas de que algo extraño ocurre en el lugar y, a pesar de compartir las inquietudes con su chica y su amigo Rod (LilRel Howery), un oficial de aeropuertos que tiene sus propias teorías, tal vez sea demasiado tarde para escapar de lo que el destino le tiene preparado.
Peele, director y guionista, utiliza todas las herramientas del género con sabiduría, pero le agrega la incomodidad constante de no saber con certeza para dónde nos lleva el relato. Poco y nada se puede decir sin caer en spoilers, pero las opciones son infinitas, aunque nunca deja de flotar en el aire esa noción de xenofobia y violencia sigue imperando en la sociedad americana. La propuesta de una parejita interracial, aunque estemos en el año 2017, se nos presenta como extraña y “exótica”, y aunque fluye con total naturalidad en la gran ciudad, se convierte en otra cosa una vez que traspasa la frontera de esta comunidad tan particular.
¡Huye! Tiene suspenso, sus buenas dosis de gore, y un choque de lenguajes y culturas que juega a propósito con el lugar común para sumar momentos humorísticos bastante perturbadores. La trama sigue siendo un oscuro relato de terror, pero el realizador aprovecha para deslizar cierta crítica social que nos afecta a todos y todas, sin importar la raza, sexo o nacionalidad.
Con un presupuesto acotado (apenas cinco millones de dólares) y los recursos muy bien utilizados, Peele nos sumerge literalmente en los miedos y las culpas de su protagonista –los presentes y los pasados-, que le pueden jugar en contra. Nos obliga a pararnos de su lado y experimentar sus emociones, al mismo tiempo que nos planteamos y analizamos nuestros propios prejuicios.