No es la originalidad de la trama, sino los riesgos que toma Jordan Peele (director primerizo que muestra aquí un enorme potencial) para desenredar un guión repleto de misterios, lo que hace que Huye se sienta fresca, impredecible y de una relevancia insoslayable para los tiempos que corren.
La historia comienza con un joven armando su valija para ir a visitar a la familia de su novia, que lo observa con algo de sorna. Si resulta incómodo a veces conocer a los suegros, a eso Chris (un sublime Daniel Kaluuya) tiene que agregarle un factor tabú: él es negro, ella no. Y en una sociedad que le dispara dos veces a los afroamericanos, y después hace las preguntas, su nerviosismo es más que comprensible. Así y todo, el gran novio le pone el pecho a la situación y se decide a enfrentar a sus preconceptos. Después de todo, lo suyo no deja de ser un prejuicio también. No pasará demasiado tiempo, claro, para que el pobre Chris comience a replantearse el porqué no escuchó las palabras de su mejor amigo, un agente de seguridad aeroportuaria muy paranoico que quiso decirle que todo ésto era una mala idea.
Conviene no adelantar demasiado los múltiples giros que el film de Peele desarrolla: basta con decir que la visita familiar se desenvuelve peor aún que la de los Fockers ("La familia de mi novia") y aunque hay bastante humor negro, no se trata aquí de una comedia. El nuevo realizador desenfunda un enorme talento para el suspenso, siendo así la primera gran revelación del año. Al menos en cuanto a un género que, por lo general, no depara demasiadas sorpresas.