Hombre complejo y contrariado
La traducción literal de I am mad es “yo estoy loco”. O “yo soy loco”, tal como afirma Miguel Angel Danna, portador del tatuaje con esa inscripción en la espalda, pecho siempre inflado con el orgullo de la doble significación generada por la coincidencia entre el último término y el acrónimo de su nombre. Podría pensarse, entonces, que la elección de esa frase como título del film es un visto bueno de Baltazar Tokman al protagonista absoluto de su opus tres, aunque con el correr de los minutos se verá que el jugueteo lingüístico es casi anecdótico y que las motivaciones del realizador de la interesante Planetario están más cerca de la deconstrucción de la personalidad de un hombre complejo, frágil y emocionalmente contrariado que de la palmadita en la cabeza paternalista o el festejo de su apariencia.
Lo primero que se ve a es a Danna vanagloriándose en su locura y en su carácter border. Tokman parece cederle el mando del film, como si él mismo se cautivara con esa locuacidad irreverente, su bonhomía magnética y sobre todo con las particularidades de su historia. Al fin y al cabo, la locura no es un diagnóstico psicológico, sino social: desde chico acompañó a su padre en la aventura de la marginalidad autosustentada, viviendo en una casa rodante destartalada, casi sin educación formal, siempre en los límites del sistema y con poco más que lo puesto. Parece, entonces, que todo irá hacia la autocelebración (Danna es coproductor del film). Pero el recuerdo de la muerte de su hermana menor, ahogada accidentalmente en una pileta hace 25 años, muestra que tal vez no todo sea como parece. O como a Danna le gustaría que parezca.
Quizá por el dolor irreparable de esa pérdida, la familia, motorizada por su madre hoy prófuga de la Justicia, cayó en una organización espiritual radicada en Córdoba y liderada por el “profeta” Nahir, quien un par de años atrás tuvo su linchamiento mediático debido a la profunda misoginia de sus predicamentos para muchos sectarios. Misoginia que, aun años después de haber dejado atrás la aventura serrana, todavía atraviesa los procederes y pensamientos de Danna. Ver sino la frialdad con la que su ex mujer narra su relación plena de infidelidades y traiciones ante la aceptación silenciosa y cabizbaja de él, como si se reconociera en aquel que ella dice que fue, más allá su voluntarismo por torcer su rumbo presente.
Es que Danna tiene, quizás incluso a su pesar, una mirada crítica hacia ese pasado del cual está distanciado temporal pero no emocionalmente y cuyas consecuencias se entrevén en los silencios compartidos con su padre, síntoma inequívoco de que los dolores y ausencias están todavía embalsados en algún lugar de la memoria conjunta. Ilustrada con materiales de archivo que van desde VHS caseros filmados durante la participación de la familia en la agrupación cordobesa hasta videos digitales con confesiones del propio Danna, Tokman ausculta entre las capas de su personaje, convirtiendo a I am mad no tanto “el ensayo de la locura” propuesto desde su afiche, sino más bien en el retrato de un hombre tironeado por el pasado y el presente, lo representado y lo latente, lo interno y externo.