Es curioso el caso de películas que profundizan sobre la particularidad de una persona y desde allí intentan armar un discurso sobre temas universales, como por ejemplo la locura. En “I Am Mad” (Argentina, 2014), de Baltazar Tokman, la vida de Miguel, un ex miembro de la secta Mehir, es tan solo la excusa para exponer otros aspectos de este hombre que estuvo más de 20 años recluido.
En ese encierro no sólo aprendió a relacionarse con los demás, sino que absorbió algunas máximas que siguen con gran pregnancia sobre su diario accionar, más allá que para el común de la gente éstas pueden ser erróneas o desviadas.
La película deambula entre el registro documental, la utilización de imágenes de archivo de la secta y algunas tomas de cámara en mano, que funcionan como diario personal para catarsis del protagonista, que para reflejar en parte la personalidad de Miguel, y por otro lado la documentación de hechos del pasado a través de la utilización de fotografías filmadas que intentan dar cuenta de su pasado sin la secta.
“I Am Mad” es la historia de Miguel, en la actualidad, con sus aprendizajes de la escuela bien dentro suyo, internalizados, hechos carne, hasta el punto de la imposibilidad de escapar de algunos mandamientos como los que se relacionan con la mujer y la “utilización” de las mismas.
Miguel es un personaje muy rico, pero lamentablemente el director no logra generar empatía con él, porque por momentos justamente sólo asistimos a una exacerbación de algunas características negativas, como la misoginia, que en vez de sumar al relato, restan y hasta confrontan con los espectadores.
Hay algo muy interesante sí, que quizás habiéndose enfocado o reposado en esa historia el producto sería diferente, y es la historia del padre de Miguel, un nómade por excelencia, que tras sufrir la peor pérdida que puede sufrir una persona, la muerte de un hijo, siguió en la búsqueda de su futuro y sus ideales.
En los planos detalles de las manos armando un cigarrillo, o en el posarse a lo lejos para reparar en una mirada nostálgica hay una verdad que duele y que por momentos Tokman no refleja, y que si bien no está porque fue un expreso pedido del padre de Miguel, se la podría haber evocado de otra manera para lograr sensibilizar y acercarnos a él.
Los encuentros con amigos, la recreación de alguna situación planteada por el maestro Mehir para enseñar, y también las discusiones con su pareja, siguen sin fortalecer un relato que también podría haberse orientado hacia lo episódico (por momentos hay una necesidad de contar nuevamente que Miguel no esta más en la secta a través de la mediatización de imágenes de fuentes poco duchas en el tema, como por ejemplo Alejandro Fantino) para no confundir.
“I am mad” pudo haber sido un interesante fresco acerca de la vuelta a la vida social de una persona que intenta adaptarse pero que sigue manteniendo rutinas y pensamientos que no le hacen bien, pero el resultado es una mera enumeración de anécdotas sin alma ni empatía, que producen más rechazo que acercamiento.