Por los caminos de la Ayahuasca
La espiritualidad, o mejor dicho su búsqueda, marcan la dirección de Ícaros -2014-, documental de observación de Georgina Barreiro, quien toma como punto de partida el viaje iniciático de Mokan Rono, un joven de la amazonia peruana perteneciente al grupo Shipibo, que tiene por objeto convertirse en curandero para lo cual debe pasar por la experiencia de la Ayahuasca y así recibir de un chamán los conocimientos hacia ese nuevo estado.
La naturaleza se mimetiza con los personajes que la cámara capta desde la distancia de observador sin intervenir de antemano en la puesta en escena y dejando que la voz y el dialecto de la tribu complemente el ejercicio contemplativo donde se destaca, sin lugar a dudas, la dirección de fotografía a cargo de Leandro Val y el uso de sonido directo que enfatiza la atmósfera, por momentos hipnótica, que atraviesa el relato.
Las anécdotas contadas por la madre del protagonista Wasanyaca; el ritual de los preparativos con las hojas de Chacruna, así como la rígida dieta de varios meses a la que se somete Mokan, generan el marco adecuado para ser testigo como espectador de una transformación, aspecto que gracias al montaje de la propia Georgina Barreiro se completa con fluidez a lo largo de los 71 minutos de metraje.
Si bien las experiencias son intransferibles y en el caso del cine como vehículo de representación limitado a las posibilidades del recorte de la realidad, la poesía de las imágenes muchas veces habilitan el camino de los sentidos y eso en Ícaros (así se llaman los cantos que acompañan al joven durante su tránsito) prevalece durante gran parte de este viaje interior por los caminos de la Ayahuasca.