Un estudio antropológico En Ícaros (2014), Georgina Barreiro hace un trabajo de campo prácticamente antropológico y se sumerge en la cultura del pueblo Shipibo para mostrar la transformación de un integrante de la comunidad en curandero. La cámara muestra en toda su magnitud la naturaleza de la selva amazónica peruana y capta la majestuosidad de esos paisajes. Allí tiene lugar el viaje que emprende Mokan Rono, un joven de la comunidad Shipibo, para convertirse en curandero. En su primer trabajo como directora, Barreiro sigue los pasos de Mokan hacia la cuna de su pueblo para conocer a Sene Nita, un chamán que lo guiará en el conocimiento de la ayahuasca, una planta que es “la soga que permite que el espíritu salga del cuerpo sin que éste muera”. De vuelta en su hogar, la directora elige planos estáticos para mostrar a Mokan realizando su dieta y preparando las hojas de chacruna con la ayahuasca para conseguir el efecto deseado. Su otra guía será Wasanyaca, madre de Mokan y gran curandera. Mientras tanto, los ícaros a los que hace referencia el título del documental son los cantos que acompañan a Mokan durante el viaje de la ayahuasca. Recordemos que también se estrenó Humano, de Alan Stivelman quien documenta su propio viaje de autodescubrimiento y entra en contacto con un chamán andino que será su guía espiritual y le revelará distintos ritos para encontrar respuestas. A ese muy buen documental se contrapone Ícaros, también de gran calidad, donde la cámara funciona como un observador que registra con minuciosidad todo lo que pasa frente a la lente. La cámara sigue bien de cerca al protagonista y logra describir su realidad sin caer en el error de convertirse en uno más o identificarse con él. De esta manera se logra una aproximación que no es invasiva y que respeta tanto las acciones de Mokan como la interpretación del espectador.
El camino Este documental de Georgina Barreiro posee un tinte “festivalero”, sin que esta calificación signifique un tono peyorativo, sino que apunta a que la estructura de esta producción congenia en mayor medida con un público que va al cine esperando ser sorprendido y abierto a relatos no tan tradicionales, diferente a lo que ocurre dentro del circuito comercial. Icaros explora el universo espiritual del pueblo shipibo que habita a orillas del río Ucayali, uno de los principales afluentes de la Amazonía peruana. El joven Mokan Rono emprende su camino en el ancestral conocimiento de la ayahuasca, guiado por un sabio chamán y por su madre, maestra curandera. A través del relato del muchacho, el film va narrando los pasos que va cumpliendo para lograr su objetivo, durante el cual se van observando las diferentes tradiciones de esta comunidad y su relación directa con la naturaleza, circunstancias bien exhibidas por Barreiro. La directora cuenta esta “aventura” de manera apropiada, sin detenerse en largos planos vacíos (al estilo Terrence Mallick en El nuevo mundo), sino que busca presentar la combinación entre vivencias humanas y naturaleza, mostrando los bellos paisajes de la Amazonía peruana, pero sin regodearse en ellos, apuntando a la conexión entre el hombre y su ambiente. En este sentido, se destaca la fotografía, como también la gran tarea desde el sonido, logrando por momentos transportar al espectador a esa selva tropical. Presentando una historia novedosa para la mayoría de los que vivimos en las ciudades, Icaros no resulta un documental de alta transcendencia ni de visión obligatoria, pero es un trabajo correcto, bastante concreto en su búsqueda, que no pretende alardear ni ser más de lo que es: un reflejo de una de las tantas tradiciones de los pueblos originarios de nuestra América.
Por los caminos de la Ayahuasca La espiritualidad, o mejor dicho su búsqueda, marcan la dirección de Ícaros -2014-, documental de observación de Georgina Barreiro, quien toma como punto de partida el viaje iniciático de Mokan Rono, un joven de la amazonia peruana perteneciente al grupo Shipibo, que tiene por objeto convertirse en curandero para lo cual debe pasar por la experiencia de la Ayahuasca y así recibir de un chamán los conocimientos hacia ese nuevo estado. La naturaleza se mimetiza con los personajes que la cámara capta desde la distancia de observador sin intervenir de antemano en la puesta en escena y dejando que la voz y el dialecto de la tribu complemente el ejercicio contemplativo donde se destaca, sin lugar a dudas, la dirección de fotografía a cargo de Leandro Val y el uso de sonido directo que enfatiza la atmósfera, por momentos hipnótica, que atraviesa el relato. Las anécdotas contadas por la madre del protagonista Wasanyaca; el ritual de los preparativos con las hojas de Chacruna, así como la rígida dieta de varios meses a la que se somete Mokan, generan el marco adecuado para ser testigo como espectador de una transformación, aspecto que gracias al montaje de la propia Georgina Barreiro se completa con fluidez a lo largo de los 71 minutos de metraje. Si bien las experiencias son intransferibles y en el caso del cine como vehículo de representación limitado a las posibilidades del recorte de la realidad, la poesía de las imágenes muchas veces habilitan el camino de los sentidos y eso en Ícaros (así se llaman los cantos que acompañan al joven durante su tránsito) prevalece durante gran parte de este viaje interior por los caminos de la Ayahuasca.
Escuchá el audio (ver link). Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli. Un espacio dedicado al cine nacional e internacional. Comentarios, entrevistas y mucho más.
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Travelling sobre el agua. Un canto que se adivina milenario en esa voz aguda de Wasanyaca (la madre del protagonista) junto a una particular banda de sonido generada por el entorno. Siempre hubo en toda civilización un enorme respeto por los ancestros y su palabra sabia, lo cual le da a la voz en off del chamán Sene Nita, al comienzo, una presencia trascendental cuando cuenta una vieja leyenda. La de un árbol especial que daba frutos a la orilla del río y de los cuales, al caer en él, se alimentaban los peces que por su pureza se transformaban en pájaros. Acaso los Icaros del título. Las imágenes van de a poco instalándonos en un lugar en donde el paso del tiempo es apenas circunstancial porque está naturalizado en sus habitantes. El ritmo de vida acompaña al impuesto por la geografía del lugar en el cual también habita Mokan Rono, un joven que guiado por sus mayores está a punto de emprender su “dieta”. Su jornada en busca de la experiencia. “Icaros” nos introduce directamente en el corazón de los Shipibo, uno de los pueblos originarios del Perú, con el río Ucayali como testigo. El viaje de Mokan Rono tiene que ver con atravesar una etapa de la vida en la cual se mancomuna y se aprende el respeto por los seres vivos. Gracias a esas bellas imágenes, captadas por la cámara curiosa de Georgina Barreiro, todo se vuelve esclarecedoramente lúdico. En especial cuando los más viejos cuentan viejas travesuras, o con las preguntas del propio Rono. Un bosque, Árboles cuyas copas observan desde la altura. Guía y guiado andan los senderos. “Por aquí viven muchos hombres pero no los vemos. Hay muchos buenos hombres pero otros son malos” Un bosque. Una cascada. Un arroyo… “Icaros” es un documental, pero también una poesía sobre otros tiempos.