La vida fuera del convento
Magnífica película, en blanco y negro, sobre los coletazos del Holocausto.
Es difícil que a esta altura una película de temática vinculada a los horrores del Holocausto aporte algo diferente, pero Ida lo consigue. “Quería hacer una película sobre la historia que no pareciera una película histórica; que fuera moral, pero sin lecciones que dar; quería contar una historia en la que ‘todos tengan sus razones’; una historia más cercana a la poesía que al argumento”. Pawel Pawlikowski -un cineasta polaco residente en Gran Bretaña, formado en Oxford en literatura y filosofía- cumplió todos los objetivos que se propuso con esta película, tan sutil como dura.
La acción transcurre en la Polonia comunista de principios de los años ‘60. Antes de ordenarse monja, una novicia sale del convento en el que se crió para conocer a una tía que es su única pariente viva.
Una pasó toda su vida entre muros y es virgen en todos los aspectos de la vida; una suerte de tabula rasa. La otra, ya curtida, trata de paliar la amargura de su experiencia vital entregándose casi compulsivamente a los placeres mundanos. Las dos mujeres tienen caracteres antagónicos y plantean cosmovisiones contrapuestas. Ellas encarnan dos posibles respuestas a la famosa frase sartreana acerca de que “lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros”.
Tía y sobrina están atravesadas por la Historia con mayúsculas. A partir de sus vivencias, Ida reflexiona sobre las heridas sin cicatrizar que dejó la Segunda Guerra Mundial; las actitudes de colaboracionismo o resistencia que tomó la población civil ante la invasión nazi; las miserias personales que no dejan de aflorar, aun en las circunstancias más terribles. También, sobre las persecuciones ideológicas en el comunismo. Pero con la virtud de no caer en la santificación de las víctimas ni la demonización de los victimarios.
Además de agregar belleza visual, la filmación en blanco y negro sirve para retratar la melancolía, la chatura, la opresión de la Polonia que estaba detrás de la Cortina de Hierro. Un recurso que no por remanido -en el cine, casi siempre el comunismo es gris burócrata- deja de ser efectivo. Y que se condice con el tono y la economía narrativa de una película que deja repicando mucho más que lo que se ve en la pantalla.