YO QUIERO SER
Polonia, 1960. Una novicia recibe una orden de su madre superiora: antes de hacer los votos que la convertirán en monja es necesario que vaya al encuentro de su tía, el único familiar vivo que le queda. Reticente y circunspecta, Anna escucha. Intenta evadir el mandato pero no lo consigue. Como un Buda que abandona su palacio, Anna deja la seguridad del convento y sale al mundo junto a sus hábitos y una valija.
El primer dualismo entre el silencio del claustro y el murmullo de la ciudad no tarda en aparecer. El segundo, entre Anna y Wanda Gruz, la impulsiva hermana de su madre, tampoco, solo que este viene acompañado de una verdad conmovedora. Anna no es Anna sino Ida Lebenstein. Fue abandonada en 1945, cuando todavía era un bebé en el monasterio donde se crió. Sus padres, judíos los dos, murieron perseguidos por el nazismo. El lugar donde fueron enterrados es un misterio.
Ser hija de desaparecidos. Ser una monja judía. Ser la sobrina de una exfiscal del Estado polaco que ha sentenciado a muerte a hombres y a mujeres en nombre del pueblo. Como pocos, el rostro de esa actriz no profesional que es Agata Trzebuchowska sabrá condensar un mundo y un país heridos por el devenir de la historia. En esta bellísima interrupción de la vida religiosa de Anna/Ida a la que el director permite que nos asomemos, tía y sobrina se unirán, no sin obstáculos, para intentar desenterrar (en un sentido literal) lo que queda del pasado de ambas.
Al igual que ocurría con “La cinta blanca” y “Nebraska”, el blanco y negro adquiere en “Ida” una importancia primordial. Acaso una de las road movies más sobrias que se han visto en mucho tiempo, el breve largometraje de Pawlikowski parece tener un carácter tan divino como material. Como toda buena película, sabe plantear numerosas incógnitas: ¿quiénes son los habitantes de este mundo “puertas afuera”?, ¿quiénes, estos vecinos que sugieren que es mejor no hablar de ciertas cosas?, ¿cuáles son sus ideas y sus ideales?, ¿qué tienen para ofrecer los que han optado por la vida terrenal?, ¿vale la pena este otro orden?
Desde sus encuadres certeros y una duración óptima de ochenta minutos “Ida” es la historia de una metamorfosis. La que resulta de mirar de frente a la verdad para luego aceptarla, rechazarla… elegir.