Duro de aguantar
A Identidad secreta se le notan las marcas del producto multitarget por todos sus rincones: en primera instancia es un proyecto modelado para la figurita joven del momento, Taylor Lautner, el licántropo exhibicionista de la saga Crepúsculo. La idea es, pues, poner al joven en un producto de acción, lo que atraerá tanto a las chicas (para ver al muchacho) como a los muchachos (que quieran ver algún tiro). El film va en la onda saga de Bourne, con un protagonista perdido y en carrera por descubrir su identidad. Pero, también, rodean a Lautner (y a la inexpresiva Lily Collins) de gente como Sigourney Weaver, Alfred Molina, María Bello, Jason Isaacs, con la esperanza de que esto revista de algo de seriedad al asunto, y así atraer a otros públicos. Por si fuera poco, suman a un director como John Singleton, que si bien viene arrastrando malas películas es un tipo con un mínimo de prestigio. Así las cosas, con todos estos parches sobre la espalda, Identidad secreta termina siendo una película de acción sin acción, un misterio irrisorio y un film aburridísimo. Así no hay producto multitarget que aguante.
Nathan (Lautner) es un joven conflictivo, que va a terapia para tratar de contener su ira. Va al colegio y le gusta Karen (Collins), pero no puede ni sabe cómo encararla. Sin embargo, sus posibilidades de acercamiento aumentan cuando un profesor les encarga un trabajo práctico en dupla, y a él le toca trabajar con la chica. Ambos se ponen a investigar un asunto sobre páginas web, y llegan a un sitio donde se muestra a niños perdidos. Entonces, el conflicto se desencadenará cuando Nathan descubra que en realidad él era un chico perdido, y comienza a dudar de sus padres, mientras sin que lo sepa empieza una cacería sobre su persona, que arrastrará a agentes de la CIA y peligrosos mafiosos rusos. Si las cosas salieran más o menos bien, uno utilizaría términos como “hitchcockniano” o “depalmiano”, pero todo es tan ridículo y tonto, y narrado y escrito con persistente nivel de inutilidad, que la única filiación cinéfila que uno le puede adosar a Identidad secreta es la de parecerse a esos thrillers flojos de DJ Caruso con Shia LaBeouf, pero incluso con mucha menos gracia.
Identidad secreta arranca mal, con una postal de esos jóvenes americanos que el cine yanqui nos vende como máxima de la incorrección, que organizan fiestas en casas, se emborrachan y ven a dos chicas en malla y se creen que son los más atrevidos del planeta, todo musicalizado con rock duro y fotografiado como en una publicidad de cerveza: son muy graciosas algunas referencias culturales que mete, con nombres como Justin Bieber o Lady Gaga, lo que evidencia su interés por conseguir un público sub-18. Pero las cosas empeoran mucho más, con una sucesión de giros mal escritos (la aparición de una remera, hecho que relanza la historia, es algo indigno de ver) y peor filmados (el montaje es especialmente malo), sumado a unos personajes sin conexión con el espectador. A Lautner le queda enorme el rol de héroe de acción, y la película que le construyeron a su alrededor se cae a pedazos. Uno inmediatamente se acuerde de otros tiempos, con otros vehículos puestos a disposición de actores en ascenso como por ejemplo Bruce Willis y Duro de matar. Eso hace que la indignación aumente. Pero, por suerte, si uno quiere decir algo a favor de este coso infumable es que al menos no indigna. Es solamente malo. Muy malo. Duro de aguantar, le diría.