El jorobadito
La premisa es atractiva y esta bien planteada en el comienzo: Un jorobado, de esos que trabajan en un castillo al servicio de un científico loco, tiene aspiraciones de pasar a ser él mismo un científico malvado, inventor de monstruos aterradores y maquinas diabólicas… Y además tiene el talento que su jefe no tiene. No obstante sus conocimientos e inventiva, dos circunstancias le juegan en contra: Por un lado, la rígida estratificación de la aldea donde transcurre la historia, dependiente de las invenciones de los científicos para sobrevivir chantajeando al resto del mundo, pero que no permite que quien nació jorobado pase a otro estrato que el de asistente retardado que baja una palanca, por más pasta que tenga para otra cosa. Por otro lado, que por más malvado que finja ser este Igor, es en realidad más bueno que Quasimodo (el otro jorobado celebre, el de buena prensa) y sus ambiciones están más del lado del reconocimiento y de la consideración de los demás que del dominio del mundo. Básicamente, solo quiere que lo quieran. Sin embargo, con el accidente que se cobra la vida de su jefe, le surge la oportunidad de pasar al frente, participando con una criatura símil Frankenstein en versión femenina, en el concurso anual de inventos diabólicos patrocinado por el Intendente del pueblo.
Hay varias ideas interesantes, como la reivindicación del Jorobado Asistente, personaje-estereotipo que alcanzó celebridad con las películas de horror de la Universal de los 30 y 40, pero que siempre ocupó un lugar subsidiario y marginal dentro del panteón de los monstruos clásicos. Apelando a esta marginalidad, el film plantea con originalidad la difícil movilidad social en ese universo de reglas y roles rígidos, y juega con bastante frescura con los clichés del género en ese período: hay muchos jorobados pero todos se llaman Igor y todos tienen la obligación de hablar tartamudeando aunque su dicción sea impecable, todos los científicos son megalómanos y siempre trabajan desde un castillo con maquinaria colosal y electricidad para crear monstruos y armas terribles, además siempre es de noche y siempre está nublado y tormentoso.
El film apunta en un principio a un público mixto de grandes y chicos. Los más disfrutable para los primeros, además de los gags, es el reconocimiento de los elementos paródicos de cine de terror clásico y los múltiples guiños a películas como Frankenstein, La novia de Frankenstein, El hombre invisible, La mosca o El cerebro de Donovan, y también a clásicos de otro origen como Annie o Sunset Boulevard. Pero, conforme avanza, el relato se queda solo con los chicos, los gags se hacen más sosos y los guiños se van perdiendo. Si al principio uno podía empatizar con el protagonista y su ambición, obstaculizada por su torpeza y mala suerte, al tiempo este va abandonando sus aspiraciones de villano, volviéndose tan bueno que resulta ñoño. El humor del film pasa a las manos de las otras dos criaturas inventadas por el jorobado, un cerebro en un frasco, pura mente pero no muy brillante, y un conejo resucitado, con tendencias suicidas pero constitución inmortal. Los mejores gags son proferidos por esta dupla, y es curioso (o tal vez precisamente no) que en un film que plantea que los segundones pasen al frente, los personajes más logrados sean los secundarios. Así, el relato se va desinflando, y la oscuridad del principio (naif, pero oscuridad al fin) va dando paso a una empalagosa búsqueda de luminosidad.
Igor es un una película chica en el contexto de los film de animación, producida por un estudio independiente de los monstruos como Disney-Pixar, y si su animación digital no alcanza la sofisticación técnica de estos, se beneficia de un planteo ingenioso, y esos monstruos feos pero lindos, con un atractivo diseño de personajes deudor de la estética Burton-Selick de El extraño mundo de Jack 3D (pero mucho menos dark). Si bien queda la sensación de que el asunto daba para más, quedando a medio camino de lo que prometía, es de todos modos un film simpático y agradable de ver.