Los marketineros cinematográficos aconsejan, que cuando no se alcanzó las fechas de vacaciones (estivales o invernales), la mejor oportunidad para estrenar comedias con formato televisivo es la víspera de feriados largos.
Con la obra que se comenta se dan y se cumplieron todas las pautas. Se comentó desde el comienzo del rodaje hasta su estreno los problemas que se presentaban en cuanto a “escapes” de presupuesto, discusiones sobre el corte final y dificultades varias, para finalmente arribar a un fin de semana largo para presentarla al público que se espera, que motivado por los éxitos televisivos de los actores que protagonizan, concurra masivamente.
Una historia muy simple con una temática que el cine ha tocado muchas veces, nos cuenta sobre un cuarentón cuya vida es una seguidilla de fiestas, noches en boliches “de onda”, sexo ocasional, a lo que se suma el tratar de eternizarse físicamente mediante tratamientos cosmetológicos y capilares que “congelen” su imagen externa. Pero una noche conoce a una joven mujer por la que se siente atraído y pretende conquistar hasta que se entera que ella es su hija, producto de una fugaz aventura sexual durante su viaje de egresados. La muchacha traerá un cambio a su vida, sobre todo porque está embarazada y lo convertirá en abuelo y eso servirá de disparador a sentimientos que no creía tener capacidad de experimentar.
El espectador se divierte con esta historia y la música que se utilizó incidentalmente sirve para entretener.
El realizador Diego Kaplan que en esta oportunidad ha dirigido por encargo, tiene experiencia como director televisivo, así que este formato lo maneja con facilidad. Hay buen ritmo, los tiempos son adecuados y algunos cuadros son hallazgos visuales para la cinematografía argentina, aunque no lo sean para la televisión. Además se efectuó la filmación con cámara Red One que le da perfección técnica a la imagen sobre pantalla.
Adrián Suar, excelente empresario de televisión, interpreta al protagonista con un cierto aire de “Isidoro Cañones”, con los mismos recursos actorales que usó en la recordada serie de la “La Banda del Golden Rocket” (1991) que lo hiciera famoso, aunque ahora su gestualidad pasa alrededor de sus prominentes pómulos.
Florencia Bertotti, que cuando sonríe parece que está riendo, pone las mismas caritas de “Floricienta”, el personaje que le diera fama televisiva internacional, y dice la letra con algo de apuro, olvidándose que en el cine no hay tandas, aunque veamos algunas escenas parecidas a “avisitos”.
Destaca en este elenco Ana María Castel al componer a una madre de la que a ningún espectador le cabe duda que “fabricó” ese hijo, pues ella también trata de disfrutar sin límites, quiere una familia compacta desde lo afectivo y alecciona sobre cosas en las que mucho no cree.
Esta obra cinematográfica seguramente llegará muy pronto a la televisión mediante un programa especial de presentación preparado por productores marketineros, para luego afincarse en las tardes televisivas de los domingos.