El Hombre Solitario
No se trata ni más ni menos que un “run for cover”. Patagonik necesita estrenar alguna comedia para la etapa posterior a las vacaciones de invierno, en que los grandes tanques de Hollywood ya pasaron, para que el público masivo vaya a ver “cine argentino”. Generalmente esta es la mejor semana para estrenar alguna película nacional “comercial”. El año pasado, se trató de El Secreto de sus Ojos y mal… creo que no le fue, aunque Patagonik no estaba involucrada.
Este año, que solo tuvo dos estrenos argentinos rendidores en cuanto a taquilla nacional como Dos Hermanos y Carancho, ejemplos soberbios en cuanto a manufactura cinematográfica, Patagonik decidió apostar por lo seguro: una comedia con Adrián Suar,
Hace dos años, Un Novio para mi Mujer de Juan Taratuto fue un éxito masivo, que le devolvió la corona de “rey de la taquilla” a Suar, tras haberla perdido hacía rato contra los productos de Telefé contenidos. Desde el 2001 no había logrado un éxito como fue El Hijo de la Novia. Por lo tanto, había motivos para festejar cuando Un Novio para mi Mujer, dio buenos dividendos.
Particularmente, no me gustó Un Novio… Si bien confieso que es un poco mejor que las comedias anteriores del gerente de programación de Canal 13, no pude integrarme ni hacerme cómplice de los protagonistas. Y pienso que el “éxito” se debió a que dentro del elenco había dos actores monumentales, interpretando dos personajes ricos en matices y originales, en un contexto narrativo y audiovisual demasiado convencional y conservador para ser aprovechados al máximo.
Porque la regla de tres simple es muy básica: un buen contexto + buenos personajes + buenas interpretaciones dan como resultado una buena película. Un Novio tenía a La Tana y El Cuervo, dos personajes divertidos de por sí y conceptualmente interesantes, interpretados de manera brillante por dos monstruos como Valeria Bertuccelli y Gabriel Goity. Ya de por sí, ellos dos valen el precio de la entrada. Pero en el medio está Suar, un guión poco inspirado y una dirección demasiado publicitaria. A mi pesar, la película funcionó.
Por lo tanto, para el 2010 había que repetir el éxito, pero el proyecto se postergó, se apuró y aquí llegó… en fecha elegida.
Sin embargo, entre las distribuidoras nunca hay buen diálogo, ya que en dos semanas se estrena El Hombre Solitario, una comedia de la dupla Koppelman / Levien con Michael Douglas interpretando a un playboy sesentón con hijos y nietos, que sale con muchachas de 20 años sin pretensiones de tener una relación seria con alguna, y al que no le gusta que lo llamen padre y abuelo respectivamente. Acá, pasa algo similar…
En Igualita… Fredy (Suar) tiene 41 años y reniega de su edad. Como a los 18 años, sigue saliendo todas las noches, sigue siendo el rey de la noche (nada que ver con Rudy de 76 89 03), sigue teniendo los mismo chamuyos… y sigue levantándose chicas de 20 años…
Trabaja con su hermano (Chame Buendía) en una especie de inmobiliaria y tiene negocios con productos “todo x 2 pesos” provenientes de China. Se levanta a las 4 de la tarde, tira ideas para comprar o vender casas y vuelve a salir de joda.
Un día, entre sus “levantes” conoce a Ailín (Bertotti), una vendedora de artesanías de El Bolsón. La invita a la casa y se entera, que ella, en realidad, es su hija, producto de un “romance” del viaje de egresados 23 años atrás. Y peor aún, cuando se confirman los análisis de paternidad, resulta que Ailín está embarazada. Por lo tanto, en una semana, Fredy se convirtió en padre y abuelo.
El planteo es si Fredy va a madurar y aceptar su edad, o va a seguir con su vida burguesa y nocturna.
Lo que podría haber sido la punta inicial para una comedia unitaria de Canal 13 se convirtió en una película de casi 2 horas, pero sin perder una estructura narrativa y estética televisiva. El director seleccionado para dicho proyecto fue Diego Kaplan (¿Sabés Nadar?), que estuvo demasiado alejado del cine con sus publicidades y direcciones televisivas (lo mejor que hizo fue Mosca & Smith), pero esta vez los resultados son desilusionantes. Si bien la premisa no es demasiado original (hay elementos de El Padre de la Novia, Tres Hombres y un Bebé, El Hijo de la Novia y ¿Quién dice que es Facil?), el tratamiento es aun peor. Mucho se debe a la acumulación de tics y gestos repetidos, demasiado conocidos, insoportables de un Suar, que abarca demasiado tiempo en pantalla. Esto termina impostando y artificializando aun más el relato. Si bien el personaje tiene una construcción interesante, la interpretación exagerada del protagonista no le hace justicia, más allá de que se parodie a sí mismo, y acepte que no puede seguir interpretando al “muchachito de la película”.
La película además de tener clisés y estereotipos, escenas y salidas argumentales previsibles, una estructura llena de lugares comunes, es bastante decepcionante en términos visuales y artísticos. Taratuto tiene imaginación para imprimirle una dinámica cinematográfica a sus obras. En cambio Kaplan abusa de los interiores, del plano contra plano (aunque hay un virtuoso plano secuencia cuando Fredy se entera que es padre). La fotografía del GRAN Felix Monti, no está a la altura de lo que se puede esperar de su prestigio y su carrera. Aunque haya sido filmada con una cámara último modelo, la puesta de luces televisiva no dimensiona cinematográficamente la obra final.
A nivel narrativo empieza a acumular personajes y subtramas, que no terminan cerrando. Todo para apoyar y simbolizar innecesariamente el carácter superficial y avaricioso del protagonista, para resaltar como va a cambiar su carácter previsiblemente dentro del relato. Hay un negocio inmobiliario (incluso parece plagiado de El Hijo…) donde se quiere transformar una casa antigua en un edificio torre, y la película apuesta por la moralina de que lo “viejo” también tiene sus beneficios, que hay que respetar la edad, etc, etc, etc. La comparación abruma por la obviedad, pero lo que es peor, no termina por definirse cuando llegan los créditos. En la última media hora, cuando la película podría empezar a definirse, los realizadores deciden agregarles innecesarias escenas que poco le aportan a la trama principal.
La música incidental de Iván Wyszogrod, decepciona también por lo convencional y la poca participación que tiene durante la marcha.
Lo único que le aporta verdadera calidez al relato son las demás interpretaciones, empezando por Florencia Bertotti, que sin sobreactuar ni denotar gestos provenientes de sus personajes televisivos, le da naturalidad a un personaje que lamentablemente no está tan elaborado como el de Fredy, que pasa durante la segunda parte del relato a segundo plano, tapado por hegemonía del protagonista. Una lástima porque Bertotti le da humanismo y gracia, a su Ailín. Cabe preguntarse porque la actriz no tuvo más propuestas cinematográficas (tuvo solo roles secundarios) ya que logra evadir caer en el personaje de sit com, para entrar en una posición más realista, alejada de la caricatura.
El resto de elenco aporta medianas cuotas de humor, pero las situaciones en las que participan no están suficientemente desarrolladas ni aprovechadas. Kaplan no tiene timing humorístico o intuición para saber aprovechar al máximo una escena cómica. Hay varias que podrían haber funcionado muy bien, que lamentablemente se quedan a mitad de camino. Claudia Fontán, tiene una gran capacidad interpretativa, un humor espontáneo y talento para las comedias, pero queda encasillada en el personaje de amiga, de ex, de interés maduro. Su personaje recuerda demasiado al que ya interpretó en El Hijo de la Novia, específicamente. El resto, sorpresivamente desconocidos, logran interpretaciones interesantes, a tener en cuenta por futuros cineastas. Tanto Chame Buendía como Castel provienen del cine ultraindependiente. Sus trabajos pasados más inmediatos fueron en las obras de Tetsuo Lumiere, lo que habla muy bien del ojo del cineasta para elegir actores.
Con los previsibles contrastes que uno puede esperar de este tipo de películas (Fredy es cheto, Ailin, bohemia) y el mensaje que todos pueden convivir juntos en buena ley, apostando por una moraleja familiar, conservadora, algún que otro chiste forzado, un montaje demasiado publicitario, la manipulación sentimentalista y lacrimógena de la segunda mitad de la película (el protagonista debe aprender su lección a la fuerza), Igualita a Mí, es un producto meramente simpático que va a llevar multitudes a las salas, reembolsar las inversiones del Instituto por las películas que no funcionaron comercialmente en el resto del año y borrada rápidamente de la memoria. De ingenio cinematográfico o artístico, ni hablar.
Es lo que hay. En Hollywood lo tienen a Adam Sandler. Acá tenemos a Adrián Suar. Por suerte el actor y productor argentino, no compra los derechos de películas estadounidenses (se “inspira” en ellas). Mientras que Sandler (que ya intentó llevar El Hijo de la Novia), probablemente saque Igualita a Mí en un par de años con Kevin James y Rob Schneider… y le salga “igualita”.