La vida te da sorpresas
No está Patoruzú ni el severo y aristocrático Coronel Cañones, pero Adrián Suar, en su personaje de Freddy, es tan mujeriego y simpáticamente irresponsable como Isidoro, prototipo del despreocupado play boy nacional, desconectado de todo compromiso que cercene su libertad. Ajeno al paso del tiempo, desconoce que ha superado los cuarenta y solamente se relaciona con lindísimas adolescentes, a las que seduce con un repertorio de frases hechas y luego expulsa rápidamente de su vida.
A este Isidorito local le molesta compartir algo más allá de la sensualidad de una noche y al otro día se apura a pedir un taxi que devuelva a su eventual conquista a su casa, porque no soporta la invasión de su espacio personal. Mezcla de yuppie y chanta, Freddy pasa una parte considerable de su tiempo ocupándose de su apariencia personal: se tiñe canas y cejas con una peluquera genialmente interpretada por Claudia Fontán, con la que comparte confesiones de su vida sentimental, utilizando un lenguaje más propio de la informática que del corazón. También trabaja en negocios inmobiliarios poco claros pero que le permiten mantener su departamento de rigurosa soltería y desayunar con champán.
Pero sus noches de seducción y sus días de trabajo serán alterados por la irrupción de una joven que le revela la posibilidad de ser el fruto de una relación fugaz del pasado. “Floricienta” Bertotti aporta para el personaje de la probable hija desconocida, toda la espontaneidad de una jovencita atolondrada pero de carácter muy firme.
Las averiguaciones y consecuencias de esta inesperada paternidad enfrentarán al adolescente tardío con la conciencia del tiempo y la negación a envejecer.
Un buen equilibrio
El realizador Diego Kaplan, formado en el cine independiente y posteriormente absorbido por la televisión y la publicidad, consigue de entrada mantener un buen ritmo y una puesta en escena que elude facilismos, haciendo que las fórmulas y efectos de la comedia funcionen, con un elenco protagónico y secundario que acierta en el tono (la escena cuando ella conoce a los posibles abuelos que ignoran su existencia es de antología).
Sin pretensiones, más bien orgullosamente convencional, la película aspira a contar una historia sencilla e identificable con un gran sector del público: un relato de afectos familiares en tiempos donde la fragmentación familiar es moneda corriente.
El film es puro entretenimiento, simpático, gracioso, accesible y sostenido con recursos legítimos. Desde lo técnico, asombra una notable calidad de imagen y sonido. De esta forma, “Igualita a mí” logra un equilibrio ideal entre cine comercial y masivo con genuina calidad.