Esta nueva traslación de la obra de teatro francesa “Le Prenome”, escrita por Alexandre de La Patellière y Matthieu Delaporte, los mismos responsables de la versión cinematográfica gala del año 2012, termina produciendo una gran decepción.
La esperada transcripción italiana hacía suponer, o planteaba la esperanza, una vuelta de tuerca sobre un texto instalando el conocido humor italiano, pero nada de esto aparece.
Todo un simulacro pues no hay de novedoso ni en las acciones de los protagonistas, ni en tanto diálogos con toques de humor, y en este sentido sólo se aparece como una repetición textual de lo ya visto, manteniendo el tono muy francés.
Sólo la modificación del nombre de Adolphe (lease Adolf) a Benito, el primero clara referencia a Hitler, el dictador alemán, el segundo, y posiblemente más caro para los italianos, relacionándolo con Mussolini.
El guión cinematográfico de Francesca Archibugi y Francesco Piccolo, la primera también en función de directora del filme, apenas si se despega de la original al instalar, a través del recurso de la analepsis, y mediante intercalación de escenas del pasado, para desarrollar el carácter de los personajes, sólo el efecto de construir un verosímil de la relación de los mismos, lo que resulta innecesario pues el desarrollo de la historia no lo pide.
En la versión francesa toda la primera parte apunta a la importancia de los nombres propios, con un tono de humor fino, y el verosímil a través del desarrollo de la situación.
Esto esta extraviado, y si algo puede sostener en parte esta producción son las actuaciones, lo que es demasiado poco.
Todo transcurre en una cena familiar, la del matrimonio formado por Betta (Valeria Golino), una maestra, y Sandro (Luigi Lo Cascio), un profesor universitario con aires de escritor pseudo filosofo, todo un fracaso económico, padres de dos hijos con nombres no demasiado comunes.
Los invitados son Paolo (Alessandro Gassman), un acaudalado agente inmobiliario, y Claudio (Rocco Papaleo), un músico amigo de la infancia de la familia, Simona (Micaela Ramazzotti), una escritora que ha publicado su primera novela, exitosa en ventas, pero no acorde a las apetencias artístico-intelectuales del resto del grupo, ella y Paolo, esperan su primer hijo.
Todo comienza Cuando Paolo anuncia el nombre del futuro miembro de la familia. Este será el origen de una acalorada discusión centrada en la posición político-filosófica en orden opuesto al de un pensamiento casi socialista de parte de los comensales, siendo en realidad todos miembros de la clase alta.
La segunda contradicción se implanta con el símbolo de derecha que instala la imagen misma de Mussolini.
La chatura del estilo propuesto por su directora sólo tendrá un punto de pequeño despegue en la segunda parte del filme, cuando habiendo dejado en claro que todo era una broma, el secreto de uno de ellos, al salir a la luz, propugna por el drama, pero el mismo no termina por sostenerse, pues los tiempo de las acciones y reacciones de sus personajes distan mucho de lo que realmente necesitaría el relato en si mismo.
Desde lo que atañe al cine como lenguaje, todo está puesto en función para que el relato fluya entre los personajes, clásicos movimientos de cámara, fotografía y diseño de sonido del mismo tono. Poco y nada.
Se podría hablar de los nombres de los héroes, digamos el apellido de los hermanos es Pontecorvo, pero voy hacerle caso a mi colega Iván.