Impresiones obreras empieza con imágenes de archivo que ilustran la quiebra de la imprenta Donnelley y la posterior puesta en marcha de una cooperativa (Madygraf) administrada por los trabajadores luego de varias marchas y piquetes en la Panamericana. Una escena que invita a pensar que lo vendrá a continuación es un documental panfletario destinado únicamente a abrazar la lucha de los trabajadores. Pero Impresiones obreras es algo distinto. Y mejor.
Tras ese inicio, el realizador Hugo Colombini se despoja de la exaltación y se dedica a algo que pocos documentalistas argentinos contemporáneos hacen: reflexionar, detenerse a criticar (en la acepción más filosófica del término) el sentido de su objeto de estudio, pensar cómo y por qué se hace lo que se hace, darle un marco teórico a la acción. Todo esto, desde ya, a través de las voces de los propios trabajadores.
La estructura narrativa se divide en dos grandes pilares. Por un lado, una extensa entrevista con los miembros de la comisión interna en la que cuentan cómo fue el largo proceso rumbo al cooperativismo, los entredichos con los compañeros y compañeras que al principio desconfiaban de esa metodología y la puesta en abismo de varios valores (laborales, pero también personales) de ese grupo de trabajadores. Sus dichos, lejos del tono combativo, son reflexivos y profundos, interesantes e inteligentes.
El segundo tiene que ver con un recorrido por distintas bibliotecas y archivos fotográficos en busca de material de fines del siglo XIX y principios del siglo XX. El valor testimonial de los hallazgos es enorme: fotos de las primeras huelgas que registran el carácter multiétnico de la clase obrera argentina y textos escritos hace cien años que bregaban por la igualdad de género, los derechos laborales, el descanso dominical y las jornadas con horarios delimitados, entre otras cuestiones de una contemporaneidad asombrosa.
Así, como un pie en el presente y otro en el pasado, Impresiones obreras funciona tanto como un atrapante recorrido por la historia de la prensa y el periodismo obrero de la Argentina como una profunda reflexión sobre las luchas sindicales. Esas luchas que no se dan en escritorios con señores de traje, sino con las manos llenas de grasa.