La experiencia de una cooperativa
La empresa gráfica Madygraf se hizo conocida cuando en febrero pasado la Policía de la Ciudad la emprendió a bastonazos contra trabajadores de esa firma, que manifestaban en Congreso en contra de irregularidades en la licitación de materiales escolares por parte del Ministerio de Educación. Fue esa la manifestación en la que los agentes del (des)orden arrestaron al fotógrafo de Página/12 Bernardino Ávila, por presuntas agresión y resistencia a la autoridad, cuando lo más parecido a eso que se le conoce es haberle discutido una nota a un maestro en la escuela primaria. Por pura casualidad, Impresiones obreras, que se estrena hoy en el cine Gaumont, cuenta la experiencia de esa cooperativa (se trata de una fábrica recuperada), así como de algo más llamativo e inusual: la investigación, por parte de algunos de sus miembros, de la prolífica y diversa prensa obrera argentina de los primeros tiempos del capitalismo local. Que vienen a ser sus bisabuelos, en tanto esas revistas fueron impresas por obreros gráficos. Además, la primera huelga argentina fue una de tipógrafos, en 1878.
"Nos vamos embruteciendo", dice un trabajador de Madygraf. "Los trabajadores, cero política", agrega, dando de "la clase" una visión menos idílica que la que otra clase, la pequeño burguesía, suele tener. Madygraf es cooperativa desde 2014, cuando su antecesora, la empresa Donnelley, cesó sus actividades. Sus integrantes se enorgullecen de resolver todo en asamblea, así como consideran que las luchas de los trabajadores deben entroncarse con las del conjunto de la clase obrera, bajo la dirección de un partido. En el momento del rodaje, lo que les preocupa es el tarifazo. Pero no por verlo de lejos: tienen que hacer frente a una factura del luz de 1 millón de pesos, y todavía no les llegaron las demás. Por otro lado, muestran su orgullo: desde que ellos mismos manejan la fábrica todo ha seguido un funcionamiento normal. Incluida la producción, que no muestra caídas.
El documental dirigido por Hugo Colombini sigue dos ejes en paralelo. Por un lado, la entrevista de un interrogador no identificado (¿será Colombini?) a los que parecerían ser los integrantes de la Comisión Interna de la fábrica. ¿O, dadas las circunstancias, serán algo así como el Consejo Directivo de Madygraf? Con ellos se habla de la política interna y de la política en general. Por otro lado, el grupo de compañerxs que toma la iniciativa de recorrer bibliotecas de Buenos Aires para hacer una investigación sobre la prensa obrera de la segunda mitad de siglo XIX/comienzos del XX, hasta la llegada del peronismo. En contra de lo que solemos pensar (acá todo lo relacionado con la memoria se descuida, se abandona, se echa a perder), el material es generoso e incluye tapas dedicadas al juicio a Sacco y Vanzetti o la Semana Trágica. Los medios consultados son, entre muchos otros, La Protesta, La Montaña, La Vanguardiay, cómo no, La Voz de la Mujer, que exige lo mismo que hoy: "a igual trabajo, igual salario". O reclama ser libres "del patrón, el cura y el marido", petición que generó muchos problemas en la época.
Pero también se denuncian femicidios, y no en La Voz de la Mujer sino en un medio más generalista. Del mismo modo, se combate el racismo y la discriminación: una agenda muy parecida a la de hoy. Lo que no es parecido es que haya periódicos llamados El Obrero Panadero o El Carpintero y Aserrador: ¿tan fuertes eran esos sindicatos o asociaciones, según el caso? ¿Tan numerosos como para tirar periódicos propios? ¿Tan politizados? Una foto de dos gendarmes junto a un cadáver durante los episodios de la Patagonia Trágica trae la vinculación con Santiago Maldonado, y ahí se ve a los trabajadores de Madygraf manifestando por la víctima de la Gendarmería Nacional de Patricia Bullrich. Toda la investigación de los cooperativistas traerá por resultado una revista llamada Impresiones Obreras (1870/1940), que va a parar a los kioscos. El estilo de Impresiones obreras (la película) es sencillo y funcional. Se podría haber beneficiado tal vez por alguna reducción de metraje, podría haber evitado ciertos pasajes vistos hasta el cansancio en toda clase de películas, como la impresora que procesa su publicación en serie. El redescubrimiento de aquel periodismo olvidado compensa esas debilidades.