Edipo en forma de culebrón qualité
Un primer comentario sobre Incendies obliga a la definición contundente: se trata de un film ambicioso, debido a su trama principal y a la importancia que tienen sus múltiples subtramas. El segundo comentario, completa el anterior: como película pretenciosa que no oculta sus intenciones, Incendies tiene momentos de interés y otros no tanto. Dos extraños sobres reciben los hermanos gemelos Jean y Simon a propósito de la muerte de su madre, razón por la cual, primero ella y luego él, deberán escarbar en el pasado oculto de su progenitora, viajando a Medio Oriente, a un país no identificado, un paisaje atroz que padece una cruenta guerra civil.
El cineasta canadiense Villeneuve, en su cuarto film y primero que se estrena en la Argentina, estructura la historia a través de capítulos que designan los nombres de los personajes principales. El cóctel temático y formal es explosivo y tiene munición gruesa y liviana: escenas de torturas y flagelaciones, Sófocles tratado de manera subliminal, música de culebrón de segunda mano, fotografía paisajística que recuerda a ciertos films de qualité como El paciente inglés, interpretaciones gélidas que transmiten un incómodo distanciamiento en el espectador. Y, por supuesto, la turbia sensación que Incendies está contando una tragedia, perdón, Tragedia, en mayúsculas. En esa mélange de estilos e intenciones desmedidas, la película fluye sin inconvenientes a través de sus más de dos horas, cuestión que termina resultando un punto a favor pese a los reparos ya enunciados. En efecto, Incendies, derrotada como mejor film extranjero en el último Oscar, es una película que puede interesar por su acumulación, nunca desde el perfil bajo y la voracidad por manipular sin vueltas las emociones del público. Y termina ganando por ir al frente sin vergüenza alguna.