¿Qué pasaría si una pieza valiosa permitiría conectar diferentes tiempos históricos? Y ¿Qué pasaría si esa pieza caería en las manos equivocadas? Algunas respuestas las encontrarán en la nueva aventura de nuestro arqueólogo favorito, que vuelve a la acción tras quince años de paréntesis.
Una trepidante escena inicial con un joven Jones luchando contra los nazis para proteger una pieza arqueológica clave permite avanzar en el tiempo para encontrarnos con este mismo hombre ya cansado, sin ser respetado, que deberá atender el pedido de su sobrina (una increíble, cuando no, Phoebe Waller-Bridge) de encontrar esa pieza que podría alterar el curso de la historia.
Villanos, persecuciones, gloriosas escenas como una huida en caballo dentro del subte, y muchas sorpresas, terminan por dar un broche de oro a esta saga que supo entretener, y sigue entreteniendo a varias generaciones.
Si bien por momentos el ritmo vertiginoso inicial decae, y se explicitan en palabras muchas cuestiones, que podrían haberse graficado con acciones, Indiana Jones y el dial del destino se potencia con su espíritu y estructura clásica, necesaria, en películas de este tipo, para revalidar el disfrute.
Harrison Ford vuelve a ponerse en la piel de Jones, uno de sus personajes más icónicos, y logra transmitir la urgencia de su presente al rol, sin negar el paso del tiempo en la piel y cuerpo del ídolo, sumando así dentro de la trama, la vejez como tema.
En tiempos en donde la cultura de lo joven prevalece, que Indiana Jones y el dial del destino subraye el paso del tiempo como parte constitutiva de su historia, es un avance para que los algoritmos tengan en cuenta otros relatos, alejados de colegios secundarios, modas y el culto a la belleza.