En el film existe la voluntad de contar lo vivido con veracidad pero sin una mirada nostálgica.
Desde que Luís Puenzo dirigiera La historia oficial, los años de plomo de la dictadura han sido revisitados constantemente con mayor o menor fortuna en centenares de filmes nacionales y extranjeros. Pero “Infancia clandestina” tiene algunas particularidades que la hacen especialmente diferente.
Infancia clandestina cuenta la historia de Juan un niño de 12 años que, al regreso del exilio en Cuba, crece en el seno de una familia montonera en Buenos Aires. Juan, ahora se llama Ernesto, va a la escuela primaria, interactúa con otros chicos de su edad y las autoridades del colegio, celebra su cumpleaños, se enamora, escucha las discusiones políticas y observa las actividades de Montoneros. Para Juan no hay otra vida y es feliz aun con las claudicaciones personales que ello conlleva o con una visión mucho más madura para su edad.
En su primer largo de ficción Benjamín Ávila habla de un universo que conoció. A partir de sus experiencias familiares y personales construye un relato sólido y sentido donde el punto de vista es el de un niño que vive y asume esa clandestinidad cotidiana con naturalidad
En el film existe la voluntad de contar lo vivido con veracidad pero sin nostalgia ni pena. Es en última instancia un testimonio de vida, de vidas al límite que no se permiten perder capacidad lúdica ni alegría por pesada que sea la experiencia, por cercanos que sean los compañeros caídos en esa sencilla consigna, “Perón o muerte”.
El relato también se sostiene en las actuaciones, fundamentalmente en esa familia creíble y querible encarnada por Natalia Oreiro, y su espontaneidad infinita, el inefable tío Beto construido por alguien que vivió el exilio en la niñez como Ernesto Alterio y el sólido trabajo de César Troncoso.
Tengo que decir que no me pareció demasiado afortunada la utilización de la animación para retratar dos momentos particularmente traumáticos en la vida de Juan ubicados a cada extremo del metraje. Mostrados de esta manera solo sirven para menguar lo doloroso de esos instantes puntuales y el recurso no parece integrado al resto del relato.
Pero en cualquier caso Infancia clandestina es una gran película y una muy promisoria primera experiencia de Benjamín Ávila en la ficción. Una obra accesible y valiosa para todos los espectadores.