“Inferno”: Más de lo mismo
Después del éxito que cosechó con sus best seller “El Código Da Vinci” y “Ángeles y Demonios”, Dan Brown estaba lejos de soltar el protagonismo del Dr. Langdon y sus aventuras descubriendo secretos de la historia. Sociedades ocultas, conspiraciones a gran escala, y una historia mundial paralela más verdadera que la oficial; son algunos de sus temas clichés. De este modo la siguiente historia de su serie llega a las pantallas dirigida nuevamente por Ron Howard, quien sigue trabajando con Tom Hanks como lo hizo toda la vida.
La historia comienza en Florencia, cuando el Dr. Langdon (Tom Hanks) despierta en un hospital junto a la Dra. Sienna Brooks (Felicity Jones). Ella le informa que fue víctima de un secuestro y recibió un disparo, por lo que ha perdido algunos días de su memoria. Sin darle tiempo de comprender, un falso policía llega para matarlo, mientras que Sienna lo ayuda a escapar. Langdon no llega a comprender demasiado, pero pronto descubre entre sus cosas un proyector que contiene una versión modificada de El Infierno de Dante, de Boticcelli. Como no podía ser de otra manera, debe seguir las pistas por toda Europa mientras escapa de sus perseguidores, quienes intentan que la verdad no salga a la luz.
El planteo no es muy diferente que en las películas antecesoras. Difiere un poco en que esta vez Langdon ha perdido parte de su memoria, y no conoce cuál es si nivel de participación en la supuesta conspiración. Por otro lado, esta vez no es con la Iglesia Católica con la que se mete, sino que gira en torno a la figura de Dante Allighieri. Pero para no perder el componente místico que caracteriza al autor y a su director, Langdon es víctima de sueños enfermizos donde ve de manera muy vívida el infierno como fue descrito por Dante en La Divina Comedia. Es decir, si bien tiene diferencias con las películas antecesoras, sus similitudes son muy profundas, dando la molesta sensación de que no estamos viendo algo original.
Existen por otro lado algunos giros que no están del todo explicados, pero tampoco son fáciles de deducir. Es fácil que el espectador se quede boyando sin comprender cómo llegaron a ocurrir las cosas. Quizás se utiliza el recurso para reflejar el estado de confusión del protagonista, pero no logra su efecto si al final no entendemos muy bien qué ocurrió. Algunos otros asuntos, como el repentino romance de Langdon, son por demás forzados y no aportan nada. De hecho al contrario, complican algo que podría estar claro. Pero en otros momentos ocurre lo opuesto: escenas muy predecibles y recursos reutilizados. Esto hará que, por ejemplo, el punto de giro del final en realidad no sea muy sorpresivo.
Pero no todo son pálidas. Lo cierto es que las interpretaciones están muy bien. Tom Hanks demuestra que sigue siendo un buen actor, y que ya tiene más que estudiado al personaje, con el que se siente cómodo. Felicity Jones hace un buen trabajo, aunque el problema de su personaje es de escritura: parece que siempre sabe mucho sobre todo, habla todos los idiomas, nunca duda, nunca se enfada, ni siquiera se despeina. No es un personaje muy humanizado, pero la actriz hace lo mejor que puede con el material que tiene. Se destaca en particular el trabajo del hindú Irrfan Khan como ese despiadado hombre de negocios que navega la delgada línea entre ser un héroe incomprendido o un villano inescrupuloso; contrastes que el actor sabe aprovechar.
“Inferno” es el cuarto libro de la saga, pero el tercero en llegar al cine. Quizás el director alcanzó una zona de confort en donde parece copiarse a sí mismo. Hasta en las tomas aéreas de las ciudades europeas, que si bien son preciosas, ya las hemos visto antes. “El símbolo perdido”, la tercera entrega de la saga, fue anunciada poco después del lanzamiento del libro con Ron Howard como productor, Mark Romanek como director, y Dan Brown en persona como escritor del guión. Sin embargo, el proyecto fue postergado y reemplazado por “Inferno”, cuyo resultado tenemos ahora en nuestras salas. Quizá, de concretarse la idea, el cambio de director sería una buena opción para darle algo de aire al cierre de la franquicia.