Inferno

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

Tercera parte de la saga de películas basadas en las novelas de Dan Brown y centradas en el accidental investigador Robert Langdon (“El Código Da Vinci”, “Angeles y demonios”), “Inferno” es la más efectiva y entretenida de las tres, con Tom Hanks metido nuevamente en aventuras que lo llevan por museos y ciudades turísticas europeas.

Recuerdo cuando vi EL CODIGO DA VINCI en una inauguración del Festival de Cannes. Las corridas para entrar, los nervios y la excitación que flotaban eran tales que se sentían en el ambiente. Más allá de no ser una película “festivalera” se la esperaba como un evento importante, como uno de esos imperdibles “tanques” anuales. La decepción era palpable al rato nomás: la película erachata, aburrida, imposible. Un desperdicio total. Y las críticas lo hicieron notar. En el fondo –pasa lo mismo cada año– lo que muchas veces nos frustra es la diferencia entre la expectativa por el producto que se nos quiere vender y el material con el que nos encontramos. No estoy diciendo que EL CODIGO DA VINCI era una buena película ni mucho menos, pero seguramente la toleraríamos un poco más si no supiéramos bien qué es y apareciera una tarde por cable o la engancháramos en Netflix.

Me acuerdo poco y nada de ANGELES Y DEMONIOS más que la sensación de estar viendo, otra vez, un producto por encargo gracias al cual Ron Howard y Tom Hanks podrían financiar otros proyectos más personales. Pasaron siete años de esa secuela y cuando todos pensábamos que habían colgado los guantes (¿sigue alguien leyendo libros de Dan Brown?) aparece INFERNO, un nuevo capítulo en la saga de aventuras del experto en simbología Robert Langdon, acaso el héroe cinematográfico menos interesante del siglo XXI, una especie de Deep Wikipedia con cara de “preferiría estar en otro lado” que Tom Hanks resuelve solo con oficio.

Pero en este caso, tal vez por ese mismo oficio que Hanks y el propio Howard le ponen al producto y, especialmente, por las muchísimas menores expectativas con las que uno se acerca a verla, INFERNO resulta más entretenida y atrapante que las dos películas anteriores. No estoy diciendo que se trate de una muy buena película ni mucho menos, pero es un thriller hitchcockiano armado con cierta dignidad y solidez, más allá de lo absurdo e improbable de toda la trama. Pero, como ya nos enseñó el maestro inglés, este género no está hecho para “verosimilistas” por lo cual lo que conviene es dejarse llevar y disfrutar, en lo posible, de los módicos placeres que la película tiene para ofrecer.

Tras una intro en la cual un biólogo millonario llamado Zobrist (Ben Forster) explica que si no se reduce en la mitad la población de la Tierra el planeta desaparecerá en poco tiempo –y termina suicidándose en Florencia– nos topamos con Langdon despertándose allí mismo en un hospital y con amnesia: no sabe cómo llegó ahí y que pasó en los últimos dos días. Pero, con la ayuda de una enfermera (Felicity Jones), empieza a repasar su pasado y, especialmente, a escaparse de una serie de personas que lo persiguen, aunque él no sabe porqué.

De a poco aparecerán los recuerdos y quedará claro que Zobrist dejó una bomba plantada para aniquilar a esa mitad de la población y que solo Langdon, a través de su lectura de claves ocultas en cuadros, libros y objetos atiguos (en este caso ligadas a “La divina comedia”, del Dante), puede encontrarla. Pero tras ella va también la OMS, una agencia tipo Interpol y esta ignota asesina que trabaja para un tercer grupo que los busca. Fugas por varios museos, escapes por Florencia, Venecia, Estambul y unas inesperadas vueltas de tuerca completan el panorama de una película que puede verse como un funcional homenaje a Hitchcock, no solo a partir de la figura del profesor universitario involucrado en un asunto de espionaje internacional sino en las explicitas referencias, en especial a VERTIGO o a EL HOMBRE QUE SABIA DEMASIADO, entre muchas otras.

La película, decía, es implausible casi de principio a fin (todo su motor narrativo no tiene sentido alguno si uno se detiene a pensarlo un poco) pero está armada con mayor eficiencia, ritmo y tensión que las anteriores. Acaso en su etapa post RUSH, Howard se hayaa actualizado y capturado cierta energía narrativa que venía perdiendo y así logró que la película en apariencia más claramente por encargo de la trilogía termine siendo la más efectiva de todas. Acaso, también, por ser no tan excesivamente mística y volar un poco más cerca de problemas y asuntos terrenales.

Otra ayuda y sostén es su buen elenco. Dejando en claro que los filmes basados en Dan Brown se siguen haciendo por el mercado internacional más que por el norteamericano (las anteriores películas hicieron el 72% de su recaudación mundial fuera de los Estados Unidos, algo muy poco común), a los norteamericanos Hanks y Forster los rodean la británica Jones (LA TEORIA DEL TODO), el francés Omar Sy (AMIGOS INTOCABLES), la danesa Sidse Babett Knudsen (la serie BORGEN y la actual WESTWORLD), el indio Irrfan Khan (LA VIDA DE PI), la rumana Aa Ularu y así. Todo en función de un gran coproducción internacional que no será recordada para el 2017 pero que, acaso por las bajas expectativas con las que uno la esperaba, termina siendo un producto aceptable y hasta, por momentos, genuinamente entretenido.