Inferno

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

El filme inspirado en la saga de Dan Brown vuelve con Tom Hanks en primer plano, pero esta vez el profesor experto en simbología carece de sutileza.

Es raro lo que pasa con Ron Howard. El director de Una mente brillante es capaz de hacer películas emocionantes como Rush: pasión y gloria y adefesios al servicio de la industria como Inferno, la nueva entrega de la saga de best sellers escrita por Dan Brown, y cuyas dos anteriores fueron El código Da Vinci (2006) y Ángeles y demonios (2009).

Autor y artesano, en ningún director fue nunca tan marcada la separación de estas dos maneras de concebir el cine. Ron Howard se muestra como un tímido autor o un voluntarioso artesano. Nunca las dos cosas a la vez.

Inferno es de las películas en las que Howard se despersonaliza y deja que sea la industria la que decida. El resultado no es nada alentador, como no lo es ninguna producción industrial de estas características.

Todo sobre Inferno, el último éxito de Dan Brown.
La crítica de cine Pauline Kael decía que parte de la función del crítico de cine consiste en captar y señalar la diferencia que existe entre una mala película que no importa mucho (porque es igual a tantas otras malas películas) y una mala película que sí importa (porque impresiona intensamente al público con medios nuevos y distintos). Inferno entra con tranquilidad al grupo de las malas películas que no importan.

El filme protagonizado por Tom Hanks en el papel de Robert Langdon, el profesor experto en simbología, comienza con cierta fuerza y decisión. Pero a los pocos minutos empieza a decaer y a explicar todo, sin demostrar una mínima capacidad para la sugerencia o la sutileza. El verosímil de la ficción falla hasta en sus detalles. Todo es de una vaguedad alarmante.

Esta vez el centro del argumento es el clásico de la literatura universal: La Divina Comedia, de Dante Alighieri. Langdon despierta en un hospital italiano. Tiene una profunda herida en la cabeza y padece una leve amnesia. Lo atiende la doctora Sienna Brooks (Felicity Jones), quien lo ayudará a recuperar la memoria y a evitar que un millonario desquiciado libere una plaga global.

La premisa de la película es que debido a la superpoblación de la Tierra, dentro de unos años estaremos todos muertos, ya que abundarán las pestes y todo se tornará incontrolable. La solución que propone el multimillonario Bertrand Zobrist (Ben Foster) es destapar un virus llamado Inferno para matar a la mitad de la población y así evitar el fin de la humanidad.

Don Brown es un dantista menor, un exégeta sin luces, y su libro refleja con claridad esta condición. Pero acá no interesan los pormenores dantescos.

Acá interesan la acción (cuyo suspenso tampoco se sostiene) y hacer un producto de fórmula para facturar millones de dólares, olvidándose por completo del arte cinematográfico.