La peste salvadora
"Inferno" continúa las aventuras del experto en simbología de Harvard: Robert Langdon despierta en un hospital con amnesia, por lo cual debe hacer equipo con una doctora, esperando que ella le ayude a recuperar su memoria y a evitar que un demente libere una plaga global. Una opaca producción de la que ni se salva el bueno de Tom Hanks.
El tercer filme basado en las novelas de Dan Brown (antes se habían hecho las versiones cinematográficas de “El código Da Vinci” y “Ángeles y demonios”) tiene nuevamente al intelectual y experto en simbología Robert Langdon (Tom Hanks) como protagonista y en esta ocasión, el guión se basa en la parte del “Infierno” de la Divina Comedia de Dante Alighieri. Langdon despierta en un hospital de Florencia con amnesia, y una de sus doctoras, Sienna Brooks (Felicity Jones) intentará ayudarlo. El problema es que su rehabilitación no será fácil cuando asesinos, policías y agentes del Servicio Secreto comiencen a buscarlo por toda la ciudad. La médica lo acompañará en el camino a resolver misterios, enigmas y claves ocultas que solo él puede reconocer. Si hasta ahora el argumento les parece conocido, es porque se repite la misma secuencia que en las otras películas (incluso la introducción de una bella compañera que secunda a Hanks), excepto que el carácter místico o religioso de las anteriores entregas, se ve mucho más forzado en esta última producción.
Los puntos flacos
El rompecabezas que debe armar Langdon será complejo no sólo por las aventuras que le esperan, sino porque confronta dos problemas: esparcir un virus que matará a un tercio de la población mundial, o no hacerlo y esperar la extinción total de la humanidad en 100 años a consecuencia de la superpoblación. Este punto es una actualización de la explicación teórica que se le da a la peste negra que azotó a Europa en la Edad Media, de lo que se analiza fue un exterminio controlado para que la humanidad comience una nueva era. Si bien en una serie de aventuras, se espera que se siga sistemáticamente una estructura, sumado a la falta de ideas y el misterio casi ausente, todo deriva en una opaca producción de la que ni se salva el bueno de Tom Hanks, que con un personaje poco carismático -en las anteriores entregas todo se tapaba por alguna fortaleza argumentativa- no puede ni siquiera entregar una digna performance.
La mayor parte de la película transcurre en Florencia, la ciudad italiana de la Toscana, cuyo aire medieval renacentista, junto a sus pequeñas y zigzagueantes calles, le dan un marco casi romántico a las persecuciones (de a pie, en auto o en moto), además de enamorar la vista con pintorescos planos aéreos. De todas formas, no convence.