Una mujer casada inventa un viaje de trabajo para poder encontrarse con su amante, también casado. La cita furtiva es en un hotel de lujo con el imponente paisaje de Aspen como marco; y de yapa, un juego erótico de bienvenida que incluye esposas, una venda en los ojos y mucha sensualidad.
El fin de semana se complica cuando la pareja descubre que es controlada por el marido engañado, que ha puesto cámaras en la habitación y los somete a un juego de gato y ratón, donde no se puede confiar en nadie. La aventura prohibida se vuelve una lucha de vida o muerte.
De planteo modesto y remanido, la trama de este film de suspenso dirigido por el ignoto Víctor García seguramente podría funcionar bien en el papel -más específicamente en esas novelas de aeropuertos, de tapas provocadoras y título sugerente-, pero en pantalla se nota tanto el esfuerzo por sostenerle el engaño al espectador que la curiosidad inicial rápidamente se convierte en apatía. Los caminos se cruzan, quien puede ser no es, o sí, o tal vez... mientras uno mira de reojo el reloj para saber si todavía falta mucho.
Entre un reparto que cumple hasta por ahí nomás, Claire Forlani (¿Conoces a Joe Black?, CSI: New York) se corre del estereotipo de este tipo de propuestas, por edad y dotes actorales aportándole a la protagonista un destello de credibilidad ausente en el resto del elenco. Tanto en lo explícito de su título, como en su planteo casi teatral y sus magros resultados, Infidelidad mortal es absolutamente honesta. Lo que en sí mismo no significa que sea bueno.