Una eficaz mezcla de cine catástrofe y terror es la que propone el director francés Alexandre Aja, el mismo de Alta tensión y que luego filmó Piraña y la remake de Las colinas tienen ojos, retitulada El despertar del diablo, en Hollywood.
Infierno en la tormenta, producida por Sam Raimi, pone en juego la claustrofobia y la supervivencia en un relato que resulta entretenido, bien ejecutado y que no disimula su espíritu de película clase B.
Florida es amenazada por un huracán de categoría 5 y la joven Haley -Kaya Scodelario-, una experta nadadora que no puede ganar una competencia, viaja para saber que pasó con su padre -Barry Pepper- que no contesta sus llamados ni las de su hermana. Al llegar, lo encuentra herido en el sótano de su casa. Ambos están a merced de la furiosa tormenta y de cocodrilos hambrientos que están en la zona inundada.
El realizador sabe cómo inquietar al espectador, y a la amenaza climática exterior, le agrega el terror que genera la suba del agua y la llegada de los depredadores que mantienen acorralados a los protagonistas.
El relato tiene ritmo, y alguna que otra situación ridícula, pero el clima de suspenso está logrado a lo largo de noventa minutos en los que ocurre de todo y en los que Haley deberá poner en práctica los consejos de su padre cuando fue entrenada en natación.
Con una escena que remite a Alerta en lo profundo -la película con tiburones de Renny Harlin-, la casa se transforma en una trampa mortal y tampoco hay lugar hacia dónde escapar. Con estos elementos, Infierno en la tormentaresulta entretenida, con buenas actuaciones de Scodelario y Pepper, a los que acompaña la perra Sugar.
Las criaturas lucen terroríficas, se arrastran, abren sus quijadas y dan varios sobresaltos, entre ladrones que aprovechan la tormenta para hacer de las suyas y una pareja de policías que acude a la zona afectada.
El film cumple su cometido, se instala cerca del "gore", con momentos sangrientos, mordidas letales y coletazos que sorprenden.