Dirigida por el experto Alexandre Ajá, "Infierno en la tormenta", parte de una premisa prometedora que no llega a explotar del todo. Una historia que va al grano sin vueltas, pocos personajes, escenario cerrado, una tempestad, y un par de animales salvajes al acecho. Hay premisas que se venden por sí solas.
El trailer de "Infierno en la tormenta" prometía eso, un sótano inundado, unos cocodrilos, y dos personajes intentando sobrevivir a ese delirio; más la dirección de Alexandre Ajá, y la producción de Sam Raimi. Todo se encaminaba para ser una de las sorpresas de género del año. Sin embargo, como diría Phil Collins, algo pasó en el camino al cielo.
Las películas de supervivencias con animales salvajes, pueden tener un alto contenido de divertimento desenfrenado en el que nada más importa las formas creativas en las que el bicho va ir cazando a sus presas ("Alerta en lo profundo", "Anaconda", "Terror a bordo", "Razorback", "Agua viva"); o concentrarse en el drama de sus protagonistas humanos y hacernos sufrir y sentir empatía ante la supervivencia ("Miedo profundo", "Garras", "El gran rugido"); la gloria es cuando logran conjugar ambas experiencias.
"Infierno en la tormenta" se ubica un poco en el medio de ambos polos, lo cual no significa que nos de ambos ítems.
Más bien resulta un híbrido que en plena puja entre una idea muy delirante, y una realización demasiado seria, no termina siendo ni una ni la otra; eso sí, mantiene la tensión constante y siempre consigue entretenernos. Casi sin preámbulos se nos presenta a Haley (Kaya Scodelario, de la trilogía "Maze Runner"), una estudiante universitaria deportista nadadora, que recibe una llamada de su hermana advirtiéndole de su padre, Dave (Barry Pepper, el protagonista de la inefable Battlefield: Earth), el cual hace días no contesta el teléfono.
Dave se divorció, y desde entonces su vida ha ido cuesta abajo, lo cual hizo que sus hijas se apartaran. Pero la sangre tira, y Haley va hasta la casa del hombre para despejar dudas.
Un dato, se informa del advenimiento de un huracán grado cinco que hará base y colisionará en Florida, por lo que hay que evacuar la zona. Haley se dirige contra la corriente evacuadora a la casa familiar y allí lo va a encontrar a Dave herido e inconsciente; también va a encontrar un conjunto de caimanes y cocodrilos que aprovecharon la inundación para salir a cazar.
Encerrados en esa casa, Haley, Dave, y el perrito de Dave, van a tener que sobrevivir al torrente de agua y a las fieras hambrientas. El guion de Michael y Shawn Rasmussen (los mismos de "The Ward", la última película de John Carpenter, y siguen las firmas relacionadas al género) no se caracteriza por su complejidad, pone a los personajes en situación, los encierra, y que comience la acción en no más de quince minutos de iniciada.
Hay un planteo respecto a la historia de la familia, y la relación entre padre e hija, en el que la hija parece más responsable. Pero nunca llega a explotar del todo y se siente más bien como un relleno y utilización para algunas analogías sobre la superación de las diferencias frente a las adversidades, lo típico. No hay muchas películas sobre cocodrilos encerrados junto a un grupo de humanos que lucha por no ser comido.
Así como "Terror a bordo" ya era descabellado por poner serpientes en el hermético ambiente de un avión; "Infierno en la tormenta" hace lo suyo al llevar cocodrilos y caimanes a las zonas urbanas y dejarlos encerrados en una casa. Partiendo de ahí, cualquier cosa podía pasar. Mucho de ese “cualquier cosa” quedará en las promesas, La primera advertencia la tendremos antes de iniciar la película al ver que estamos frente a una película Apta para mayores de 13 años.
Ajá es un director que se hizo conocido por sus escenas gore, exponer torturas y hectolitros de sangre sin miramientos, su "Alta Tensión" inauguró la última tendencia del gore francés; verlo en algo APM13 nos hace dudar sobre lo que puede hacer, aún la decepcionante "Espejos siniestros" tenía una calificación de edad más alta.
El director de "El despertar del diablo", afortunadamente, no puede con su genio y se las ingenia para ubicarse al límite, saber mostrar sin mostrar, sugestionar sin exponer. Hay sangre, pero pasada por agua, u oscura (cosas de las normativas que solo consideran imágenes sangrientas si es sangre pura); y logra crear varias escenas que causan dolor físico, muy sugestionables, pero sin exponer más de lo necesario, corriendo el lente justo justo cuando la cosa pasa a castaño oscuro.
Si la dirección de Ajá beneficia a Infierno en la tormenta a la hora de ser un producto apto para consumo adolescente pero con la suficiente sangre; por otro lado la perjudica.
Sus 107 minutos son de permanente tensión, es como ver "Hard Rain" con cocodrilos, pero Ajá se lo toma demasiado en serio y le quita diversión y delirio. Permanentemente busca un verosímil innecesario e intenta encontrarle lógica a lo que no importa si no lo tiene; de hecho, varias circunstancias son difíciles de creer, y no nos afectaría si el tono general fuese más relajado.
Tampoco logra crear empatía real con los personajes, el drama personal nunca es profundizado, y la supervivencia termina siendo la de un padre y una hija (y el perro), como la de cualquier otro; sufrimos por las escenas de dolor físico, pero no vibramos frente a los avatares de la supervivencia. Los cocodrilos y caimanes son en CGI, los hubiésemos preferido animatronics, pero tampoco es algo que perjudique el resultado.
Se sabe, el fuerte de Ajá no son las películas divertidas, de hecho, ese era el problema de "Piraña 3D", querer ser una comedia de terror burdo y lograr un tono impostado que nunca llegamos a aceptar. Infierno en la tormenta tenía todo para ser una gran película en estilo clase B, pero proviniendo de un estudio major, y con un director adepto al terror más serio, eso nunca llega a ocurrir, por más producción de Raimi que haya.
"Infierno en la tormenta" se ve, se disfruta, se hace un poco larga, y nos deja una sensación satisfecha; pero a la vez hay ruido, eso que fuimos buscando ver, esa cuota de locura, o esa cuota de emoción que no están y nos queda dando vueltas en la cabeza. Cumple, pero pudo haber sobresalido.