Infierno en la tormenta mezcla con inteligencia los géneros (catástrofe, drama familiar y de superación, terror) y consigue entretener con buenas armas.
Haley (Kaya Scodelario) es una joven nadadora que viene arrastrando algunas dudas sobre su potencial, lo que la deja al filo de perder la beca que le permite estudiar en la universidad. Sus disputas con su padre, Dave (Barry Pepper), que fungía como entrenador hasta la separación definitiva como profesional y cierto alejamiento como familia, no la dejan avanzar y esos recuerdos sobre un entrenamiento sin piedad, el martilleo del lema de ser algo así como “el espécimen alfa que jamás se rinde” y alguna culpa por creerse la causa del divorcio de sus progenitores, que ciñeron su infancia, la persiguen todavía.
La llegada de un huracán categoría 5 que va a asolar Florida (el lugar donde viven), hace que la muchacha decida ir en busca de su padre que no responde las llamadas ni de ella ni de su hermana. Esa decisión será la que desencadene toda la historia que podríamos resumir como: un huracán, una casa anegada, una joven y su padre encerrados y un montón de cocodrilos sueltos. Ah, ¡y un perro pequeño!
Con precisión quirúrgica y un guion afiatado, que desarrolla paso a paso las premisas del género, la película va atrapando al espectador al mismo tiempo que a los protagonistas, cercándolos y llevándolos a unos a aferrarse de la butaca y a los otros a utilizar todas las capacidades con las que cuentan para sobrevivir.
El sur de Estados Unidos con su clima gótico aporta su paisaje típico, mientras que la acechanza de los reptiles -a cual más gigantesco y depredador posible- le suma la tensión que estos filmes requieren, aunque, también hay que decirlo, su digitalización no consiga resultados meritorios. Los temores más primarios se juegan a cada instante y el guion se permite dar lugar a los tiempos muertos para desplegar los parlamentos que den cuenta de aquello (traumático) que están superando los personajes.
Infierno en la tormenta es simple y efectiva, está bien construida -a pesar de los mil inconvenientes que se tienen que ir sorteando hasta la exageración y que alargan un poco la trama (también hay que reconocer que nadie espera menos de este tipo de cine)- y, además, las buenas actuaciones, el rigor profesional de Alexandre Aja (Alta tensión, El despertar del diablo) y la producción de Sam Raimi hacen la diferencia.