En el país, muy de vez en cuando se realiza una road movie. La utilización de la inmensidad geográfica argentina, como una locación y no como un paisaje a apreciar, siempre es bienvenida.
Dentro de una producción austera, en donde lo principal es tener un guión y poder llevarlo a cabo del mejor modo posible, se encuentra esta película dirigida por Alberto Romero que cuenta una historia de pareja, en donde el maltrato del marido hacia su mujer es moneda corriente y a la protagonista. llamada María (Guadalupe Docampo), quién se encuentra con un avanzado estado de embarazo, tiene dos opciones para poder continuar con su vida y la del bebé que está por nacer, huir o vengarse.
La alternativa más sencilla que se le ocurrió es escapar en una vieja camioneta por los caminos pampeanos. Su idea es volver al pueblo en el que nació y se fue de allí cuando era muy chica. Naico es el objetivo, pero no figura en los mapas y no sabe cómo llegar. Mientras huye de Lionel (Alberto Ajaka) se cruza con distintos y pintorescos personajes que le indican donde está ubicada la localidad perdida en la gran llanura.
Si previamente hablamos de los exteriores como un elemento fundamental para narrar la historia, no le va en zaga la música instrumental, necesaria para crear los climas de las escenas, rememorando a los viejos westerns.
Las acciones avanzan con fluidez. No se precisan demasiados diálogos. El realizador utiliza el flashback en contadas ocasiones para explicar el por qué se llegó a esa situación, del que no tiene vuelta atrás.
Los días y las noches pasan para que se destaque la convincente presencia de Guadalupe Docampo que, con su personaje, se la vincula mucho más al de una heroína que al de una sufrida víctima. Por otra parte, Alberto Ajaka, aporta su solidez y experiencia para interpretar al villano de turno.
Como una cacería del gato al ratón transcurre esta película, en donde el espectador está a la expectativa de quién triunfará en esta pelea por la supervivencia.