Buena, movida, bobita, hueca. Esa es una buena definición de la saga Underworld (o Inframundo, como prefieran llamarle), y la última entrega no es muy diferente a las otras. Entran un par de directores suecos, sale Scott Speedman (bah, lo relegan a un cameo digital), hay algunos cambios, la historia se mueve al futuro... y la calidad no mejora. Considerando el impasse de 3 años desde la última entrega, la saga podría haber mejorado la puntería (o bien podría haber seguido sepultada, total, nadie la extrañaría demasiado). Como sea, lo único bueno del filme es que no aburre, pero no hay nada en él que sea mínimamente memorable a las 24 horas de haberlo visto.
No es ninguna novedad de que los artesanos del cine se extinguieron en Hollywood hace varias décadas. Hoy la meca del cine está dirigida por un montón de idiotas universitarios que piensan todo en términos de marketing y explotación de mercado. En ese sentido, antes de arriesgarse con una película ignota que trate sobre vampiros y hombres lobos, han decidido extender la vida útil a una saga conocida pero agotada como es la de Inframundo. Al parecer "esa" es una de las nuevas movidas del mundillo cinematográfico norteamericano - la otra es reestrenar / remakear todo en 3D -. Underworld es una marca, tal como lo es Coca Cola o McDonalds; aún cuando un filme de la saga fracase, el poder de la marca terminará por dar ganancias a la larga, y ello ya es todo un éxito considerando lo inestable que se ha vuelto el mundo de los negocios cinematográficos. Porque, sinceramente, no creo que hubiera una multitud golpeando la puerta de los estudios y clamando por una nueva secuela de la serie.
Inframundo: El Despertar es mediocre pero entretenida. Vuelve la bonita Kate Beckinsale, a la que le quedan bien las ropas de cuero pero que carece de carisma como heroína de acción. Acá los nuevos directores de la entrega se esfuerzan al mango para que Selene sea una total badass (pateatraseros), destrozando a cien policías y decapitando lobizones con las manos desnudas... pero todo ello termina salpicando la imagen moral de nuestra protagonista. ¿Está bien que mate humanos para sobrevivir?. ¿Se justifica?. No importa, no interesa.
Una vez que la Beckinsale exterminó a medio elenco en los 10 minutos iniciales, es atrapada y llevada a un laboratorio en donde la corporación malvada de turno quiere frizarla y hacerle cosas poco glamorosas (!). Oh, sí, todo esto tiene un fuerte tufillo a Resident Evil reciclado: reemplacen a los zombies por vampiros y licántropos, y el argumento es más o menos el mismo.
Nada de lo que ocurre en Inframundo: El Despertar es demasiado original. Desde la hija made in vitro de la protagonista, pasando por el vínculo síquico con su madre, su cumplimiento de una profecía, la guerra entre humanos y no naturales, la conspiración de turno... etcétera, etcétera. La acción está ok, los diálogos son breves, la historia avanza y es fácil de seguir... todo está muy industrializado y pasteurizado, como una salchicha de marca que es bromatológicamente correcta pero tampoco es alimento ni llena demasiado la panza. Para colmo el filme se empecina en mostrar unos hombres lobos hechos con CGI que parecen confeccionados en una Commodore 64. Gastaron 70 millones de dólares en esta pavada,... ¿y no podían conseguir unos efectos especiales decentes?.
Inframundo: El Despertar se deja ver. Es pasable y, cuando se le desliza alguna pavada, es tolerable. Carece de originalidad y apenas es excitante. Simplemente es una excusa para matar el tiempo, lo cual hace con un mínimo de eficiencia.