Criatura de la noche
Vivimos en tiempos de vampiros modernizados y, mientras unos se adaptan a la vida entre humanos a fuerza de disciplina y convicción moral (me refiero a las criaturas de Crepúsculo, para quienes evolucionar consiste en comportarse como personas, hasta donde se pueda), otros, los de Inframundo, resisten desde la marginalidad y se enfrentan a lobos que manipulan genéticamente a seres híbridos para lograr inmunidad a las balas de plata (un punto intermedio sería el de la delicadísima Criatura de la noche / Let the Right One In, que presentaba una visión menos romántica y más animal del asunto, ligada a la pura supervivencia y aún así, llena de poesía).
Pero aunque la comparación entre las dos sagas que lideran el mercado vampírico actual se impone, en varios sentidos estas películas construyen mundos que son opuestos: mientras que la telenovela prolongada de Pattinson y Stewart pone el foco en el triángulo amoroso –¿sería correcto decir interracial?- y va dejando escenas de acción bastante descuidadas por el camino, Inframundo hace de su vampira protagonista –una Kate Beckinsale diminuta que se las arregla increíblemente bien para ser una heroína de acción implacable, destructiva, muchas veces con la boca manchada de sangre como un animal y acá también, madura- una especie de máquina casi desprovista de emoción, al punto que otro de los personajes le dirá en un momento “Sos tan fría que parecés muerta”.
No sólo en eso, sino también en el lugar que se la da a lo humano en cada una de las sagas las diferencias se multiplican: Crepúsculo se trata de vampiros y lobos que tienden hacia la humanidad como la única meta deseable (de hecho, como saben, los vampiros vegetarianos sólo consumen sangre de animales, por no matar humanos); en Inframundo, en cambio, los humanos casi desaparecen o aparecen muy en el fondo en la batalla sostenida por siglos entre vampiros y lycans, e incluso dos cuestiones tan desarrolladas en nuestra especie como el amor y la maternidad –y esta última da lugar a los momentos más intensos y realmente monstruosos de la última entrega de Crepúsculo- están puestas en segundo plano.
Esto le da a la nueva Inframundo una cualidad melancólica, porque después de perder a su único amor y pasar varios años congelada sin saberlo en un laboratorio, la pobre Selene (Beckinsale) está tan urgida por mantenerse a salvo que no tiene un segundo de respiro para extrañar a Michael (Scott Speedman) o dedicarse al melodrama, incluso cuando descubre que tiene una hija que salvar, una chica superpoderosa, híbrido entre vampiro y lycan, que los lobos pretenden arrebatarle para valerse de sus capacidades hiperdesarrolladas.
Además esta historia, que es el eje de Inframundo: El despertar –narrada un poco confusamente, es cierto, porque ni siquiera la protagonista sabe de dónde le salió una hija- se desenvuelve en escenarios que no son exactamente sombríos en un sentido gótico o romántico sino más bien sórdidos, sucios, con toques hasta cavernícolas (la guarida de los vampiros de hecho es poco más que una cueva), donde lo primitivo se combina con toques futuristas tipo Matrix –en los trajes, las armas y el modo de filmar las escenas de lucha- y flashes de comic, sobre todo en los planos que se detienen un instante sobre la cara sanguinaria y de ojos enfurecidos de Selene, o sobre su cuerpo en tensión metido en un traje negro brilloso que le calza como un guante después de dar un golpe o detener un ascensor con una lluvia de balas.
Lo mejor de Inframundo –que tiene un mérito adicional en esta época de películas interminables: ¡dura 90 minutos!- es que ofrece esa experiencia radical de un mundo oscuro, tremendamente inhumano y violento donde no parece haber fin ni descanso para una lucha que ya lleva siglos, con una clase de pesimismo que las historietas suelen permitirse más que el cine. La perspectiva de reunir una familia que queda abierta en esta parte de la saga no aporta ninguna calidez y sirve muy poco de consuelo pero mejor, porque a Inframundo le viene bien ser consecuente con su tono under; la estrella de la película, en este sentido, son los momentos gore que pueden encantar a los fanáticos de la acción con vísceras. Las señoritas enamoradas de Pattinson y Taylor Lautner –salvo que quieran acompañar a novios o amigos a ver una brutal y en 3D- mejor esperen hasta la próxima Amanecer.