Una saga que aún agotada da pelea.
La saga de Inframundo abarca trece años desde aquella primigenia Underworld de 2003 (todavía la más consistente de todas) hasta el quinto capítulo estrenado por estos días en Argentina. Narrativamente, en cambio, la línea argumental comprende varios siglos de lucha incesante entre vampiros y lycans. Esta confrontación puesta de relieve mediante una mitología un tanto básica fue combinada con una historia de amor prohibida entre la guerrera vampira Selene y Michael -primero hombre y luego un poderoso híbrido de lycan y chupasangre-. Para lo que debería esperarse de ella la relación nunca cobra verdadero interés entre otras razones por la nula química entre Kate Beckinsale y Scott Speedman. Por otro lado dicho vínculo quedó trunco cuando el actor no quiso retomar el rol luego de Inframundo: Evolución (2006). Así las cosas los guionistas debieron forzosamente empezar a modificar una trama que nunca sabremos si estuvo planeada desde el arranque o se fue improvisando sobre la marcha (suponemos esta última opción).
La Beckinsale, sorpresiva heroína de acción sin antecedentes en el género si no contamos a la vilipendiada Pearl Harbor: Entre el fuego y la pasión (2001), siempre encaró con hieratismo y frialdad su papel que sólo estuvo ausente en la precuela Inframundo: La rebelión de los lycans (2009). Al no ser un personaje carismático llegamos a la conclusión que sólo el amor por el género de los fans es el principal sostén de esta franquicia que ha tenido un nivel de producción apenas decoroso dentro de los márgenes de la clase B y muy escuálida en términos de humor (prima la solemnidad por lejos). Tras una dentro de todo digna cuarta entrega (Inframundo: el despertar, 2012), la saga continúa con la despareja pero intensa Inframundo: Guerras de sangre (2016), dirigida por la debutante Anna Foerster. Les advertimos que no es el final: el productor Len Wiseman –director de las dos primeras Underworld y ex marido de Beckinsale- ha anunciado la realización de una sexta producción aunque sin aventurar si será el cierre definitivo o no. Lo más sensato sería no aguardar otros cuatro años para filmarla: la Beckinsale se conserva más que bien para los 43 años que ostenta pero el tiempo a la larga no perdona. Ni siquiera a Selene…
Uno de los aspectos más salientes de Inframundo y sus secuelas (y precuela) es que han sido coherentes en el tratamiento estético y el nivel desatado de violencia con el consiguiente despliegue de gore y demás efectos requeridos para las escenas más extremas. Francamente creo que esto ha sido esencial para la consolidación de la franquicia: el espectador que viene siguiendo las idas y venidas de Selene conoce de sobra el material brindado por los autores. No se les cae ni una sola idea creativa pero tampoco han traicionado las fuentes y esto es algo que debe reconocerse. Las secuencias de acción con tiroteos y muertes a mansalva no han disminuido ni un ápice y vuelven a ser lo más destacado de Guerras de sangre. Pese a ello las transformaciones de los lycans se convierten una vez más en el talón de Aquiles de esta y de las demás películas. El digital salta a la vista y el artificio no puede disimularse. Pero es algo con lo que debió lidiarse desde los mismos inicios de la saga. Todos estamos preparados para hacer la vista gorda ante estas deficiencias técnicas. De no ser así no estaríamos viendo una quinta parte.
Con experiencia como directora de segunda unidad, asistente de dirección y directora de fotografía, en Guerras de sangre la realizadora Anna Foerster ha plasmado una prolija ópera prima que no llega a la cúspide alcanzada por Len Wiseman pero está a la misma altura que los suecos Mårlind & Stein de I4 y muy por encima de la pobre dirección del franco-griego Patrick Tatopoulos en I3. Los últimos cuarenta y cinco minutos Foerster y su editor Peter Amundson ponen toda la carne en el asador y aprietan el acelerador a fondo sin perder claridad narrativa aún en medio de unas bataholas caóticas entre las facciones intervinientes. El guión de Cory Goodman es tan limitado como los anteriores filmes. Aquí por primera vez se le da una explicación a la desaparición de Michael… creerla es otro tema. Selene ha renunciado a su hija para no ponerla en peligro pero tanto los lycans como los vampiros la buscan debido a su invalorable sangre (que le permite caminar bajo el sol sin perecer entre otras ventajas por descubrir). Entre los nuevos personajes tenemos a Semira (Lara Pulver), vampiresa de gran ambición y nada de escrúpulos, su lugarteniente y amante Varga (Bradley James, el anticristo de la serie de TV. Damien), la bella guerrera Alexia (Daisy Head) y el líder de los lycans Marius (Tobias Menzies, visto en Juego de Tronos). De Inframundo: el despertar vuelve a ser de la partida el activo David (Theo James) junto a su padre Thomas (Charles Dance, otro veterano de Juego de tronos): en concreto quizás los únicos aliados de una Selene agotada de tantas guerras pero aún dispuesta a dar un esfuerzo más…
Como Selene el espectador que fue testigo de toda la mitología que rodea a la saga de Inframundo también está un poco saturado de todos estos dimes y diretes bastante reiterativos. Pero si llegamos hasta acá queremos saber cómo concluye la historia de estos más que llamativos Capuletos y Montescos. Huelga decir que esperamos una orgía de sangre…