Entretenida como las demás pero con una trama pochoclera y vacía.
A pesar de que la primera película de Inframundo tomó elementos prestados de un montón de otras franquicias, es entre todas ellas la que más se extendió en el tiempo (y con más éxito). A diferencia de Matrix (1999), que vivió lo suficiente como para convertirse en villano, Inframundo, con mucha menos filosofía y una estética similar, logró producir cinco películas hasta la fecha y con el cariño del público intacto. Tal vez sea porque es pochoclera hasta la médula, o porque su utilización de avances tecnológicos en lo visual la mantienen vigente entre los estrenos anuales de acción desde su inicio. Es verdad que es mucho menos cerebral pero no se puede tener todo.
Como Selene (Kate Beckinsale) tiene sangre del primer inmortal y su hija es un híbrido entre un lycan y un vampiro, ambas son perseguidas por las dos comunidades alrededor del mundo. Cuando los lycans comienzan a hacerse más fuertes gracias a su nuevo líder Marius (Tobias Menzies) los vampiros empiezan a preocuparse. Para que entrene a sus nuevos e inexpertos asesinos le prometerán amnistía a Selene; no tienen otra manera de sobrevivir el inminente asedio lycan. El problema es que Semira (Lara Pulver), la nueva líder de los vampiros es sumamente ambiciosa y no parece disfrutar mucho la presencia de Selene en su castillo.
Luego de su carrera como directora de fotografía en películas como El Día Después de Mañana (2004), Anna Foerster hace con Inframundo: Guerras de Sangre su debut como directora. El guión estuvo a cargo de Cory Goodman (El Último Cazador de Brujas, 2015). Muchos de los roles de las anteriores películas fueron repetidos, como el de Kate Beckinsale, Charles Dance (Game of Thrones, 2011) y Theo James (Divergente, 2014). Además hay muchos cameos, más que nada en forma de flashbacks. Lara Pulver, que interpreta a Semira, es conocida por su papel de Irene Adler en la serie Sherlock (2010). El último de los protagonistas es Tobias Menzies (Outlander, 2014), que se pone en la piel de Marius, el nuevo líder lycan. El director de las dos primeras películas y ex-pareja de Beckinsale, Len Wiseman, sigue involucrado en la franquicia desde el lugar de productor.
Muchos elementos se mezclaron en el momento justo para crear el universo de Inframundo. No sólo hay mucho de la estética de Matrix (1999) en cuanto a escenografía y vestuario, sino que también se inspiraron (tal vez demasiado) en el juego de rol Vampiro: La Mascarada de 1991 y las películas de Blade (1998). Estas obras sentaron las bases para la exitosa fusión entre la noche urbana y la figura del vampiro, casi siempre relacionada con castillos, ataúdes y otras chucherías pasadas de moda.
A pesar de estas musas tan importantes, Inframundo no logra crear una ambientación que se destaque, cometiendo errores simples como no cambiarle el diseño de vestuario a Selene a lo largo de las 5 películas, un detalle que ayudaría a que el espectador no se pierda cronológicamenre entre tanto contenido. Hasta en la similar franquicia de acción-terror Resident Evil (que comenzó en 2002 y continúa activa hasta la fecha) tuvieron esta delicadeza. El ritmo de Guerras de Sangre deja mucho que desear y algunos estereotipos gastados siguen perpetuándose. Las peleas tienen coreografías interesantes, pero desde el principio de la saga hasta hoy hubo poca evolución, algo que puede decirse de casi todos los aspectos de la franquicia. A pesar de esto, tiene una gran cantidad de seguidores que estarán felices de saber que otra Inframundo está ya en producción. Seis películas iguales son demasiado, pero la fama y ganancia que lograron para su estudio es innegable.