Inmortal

Crítica de Ayelén Turzi - La cuarta pared

La historia arranca con Damian (Ben Kingsley, de Gandhi, La Invención de Hugo Cabret), un millonario que está siendo consumido no sólo por el cáncer sino también por el fruto de su egoísmo: su hija, lo único no material que tiene, lo odia por haber estado ausente, pero más que nada por haber intentado suplir esa ausencia con abultados cheques.

La cercanía de la muerte y la soledad se le hacen tangibles tras una descompensación, y decide entonces aceptar la extraña oferta de una poderosa pero ultra-confidencial empresa privada: a cambio de una fortuna, podrá transladar su consciencia a un cuerpo nuevo, sano y churrísimo. Ese cuerpo es el de Ryan Reynolds (de Buried, The Proposal, la esperadísima Deadpool), y acá le damos la razón, porque más de un gordo adinerado sin problemas de salud haría lo mismo solamente por estética.

El tema es que Damian no hace las preguntas correctas, como le indica el doctor Albright (Matthew Goode, de Imitation Game y Watchmen), y resulta que el cuerpo al que mudan su mente no es un producto artificial de laboratorio, sino que es un cuerpo natural usado. Pero se entera de esto después del tratamiento, que consta en el traslado de su consciencia mediante unos imanes similares a los de una resonancia magnética y el posterior mantenimiento de dicha consciencia en su lugar mediante medicación. Damian comienza a tener pensamientos y visiones que asume como meras alucinaciones o algún efecto colateral de la operación, pero que en realidad son recuerdos de Mark, el dueño original de ese cuerpo. Es así como no sólo salen a la luz esas memorias sino que también emerge el entrenamiento militar de Mark, que es lo que le permite empuñar armas con precisión y abrirse camino a las piñas y patadas contra "los malos" a un nivel que el Damian original no hubiese podido.

La película es un poco arriesgada respecto a su propuesta de género: plantea un híbrido entre policial y ciencia ficción que podría haber salido muy mal. Pero tiene en su discurso la increíble virtud de la naturalización: no sobre-explica absolutamente nada. Toda la información se brinda en la dosis necesaria y en el momento justo. Está tan bien puesto el foco en cada pequeño indicio que va construyendo la trama, que todos pasan desapercibidos hasta que sus consecuencias hacen avanzar la historia, abriendo nuevas puertas o solucionando viejos obstáculos.

Ambos perfiles (Mark y Damian), con sus respectivos conflictos y objetivos y los enfrentamientos con la asociación científica que controla estos "cambios de piel", triangulan de manera armónica y fluida, dando como resultado una historia final llena de suspenso y adrenalina.

Detrás de cámara, el director hindú Tarsem Singh (el mismo de The Cell y del clásico videoclip de R.E.M., Losing my Religion), consigue que el elenco en su totalidad se vea sólido y contundente. Reynolds logra una gran interpretación surfeando de manera convincente entre la personalidad avasalladora y soberbia de Damian, y el sacrificado y buenazo de Mark. Y Kingsley, ¿qué se puede decir del pelado? Siempre es sinónimo de calidad y te levanta cualquier papel que le den. El cast se completa con las participaciones de Natalie Martínez (End of Watch) y Victor Garber (Alias, Argo).

VEREDICTO: 9.0 - CUMPLE Y DIGNIFICA

Sin pretensiones pero con una fuerza arrolladora y una correctísima propuesta visual, Self/less (Inmortal) se aleja un poco del estándar de las cintas de acción introduciendo elementos de ciencia ficción que le dan aire fresco y la convierten en una película atrapante.