Damian es un magnate, un empresario multimillonario que por enfermedades se encuentra en el ocaso de su vida. Ante la inminente muerte, decide participar en un programa donde su mente será traspasada a un cuerpo joven creado en un laboratorio, obteniendo una nueva identidad y teniendo una segunda vida. Pero de a poco Damián empezará a sufrir efectos secundarios en su tratamiento, y a sospechar de lo que acaba de hacer.
Usualmente las películas donde el protagonista cambia de cuerpo, suelen ser usadas para la comedia, donde siempre vemos el constante juego y contraposición de la vida que llevaba anteriormente, y la nueva realidad que le toca vivir. Por eso cuando leí la sinopsis de Inmortal (“Selffles” en su nombre original), la idea de hacer algo similar, pero sacándole toda la parte graciosa, me pareció cuanto menos interesante.
Inmortal
Es una lástima que la buena idea se quedara en eso; no se la explotara del todo, y se terminaran cayendo en los clichés obvios para dar como resultado final una de acción más del montón.
En esta ocasión vemos cómo Damian (primero Ben Kingsley, luego Ryan Reynolds) toma esta segunda oportunidad para vivir la vida a pleno y en el cuerpo de un galán. Hace deportes, sale de fiesta, se acuesta con cuanta mujer hermosa puede… O sea, lo que haría casi cualquier hombre en su posición. Pero de a poco va adentrándose en una trama de complot, con una agencia fantasma que de a ratos recuerda bastante a lo visto en “The Game”.
Hasta ahí todo perfecto, de hecho es lo mejor de la película, pero los guionistas David y Alex Pastor decidieron introducir elementos de acción sin ninguna necesidad más que la de llenar el film de tiros y persecuciones de autos casi inverosímiles.
Si bien los Pastor al menos se toman la molestia de justificar por qué de golpe el Damian Reynolds sabe manipular armas y manejar de forma tan temeraria, la verdad es que la excusa es bastante tirada de los pelos, más aún cuando lo que venían proponiendo anteriormente era lo que de verdad interesaba y venía siendo efectivo.
Si bien Reynolds suele ser un actor recurrente a la acción, esta vez no tiene mucho de dónde agarrar para componer un buen personaje. Tampoco le juega a favor que la historia desperdicie a un muy buen actor como lo es Matthew Goode en un villano prefabricado que no intimida demasiado, y su móvil tampoco justifica todo lo que hace.
Inmortal
También es una pena que por la propia trama, Ben Kingsley no sea mejor aprovechado y lo veamos muy pocos minutos en pantalla.
Inmortal es una película normal, ni buena ni mala, y quizás ese sea su mayor defecto. Con un enorme potencial para un thriller bien hecho, de esos que no vienen sobrando este año, nos terminamos quedando con un film de acción medio genérico que no aporta nada nuevo ni al género ni al cine en sí.
Eso sí, para quienes no quieran estrujarse demasiado la cabeza con tramas de mil giros, seguramente Inmortal sea la mejor elección entre las ofertas que hay.