El nuevo Sr. Hale
Inmortal es una película de ciencia ficción con mucha acción y algunos dilemas existenciales diluidos a lo largo de una trama que parece haber sido retocada más de una vez, por sus absurdos y notorios golpes de timón. La historia es la de Damian Hale (Ben Kingsley) un multimillonario que padece un cáncer terminal y acepta someterse a un tratamiento que le ofrece pasar su conciencia al cuerpo de un joven sano (Ryan Reynolds). Desde el comienzo es obvio que algo siniestro ocurrirá y que algo inesperado pondrá en riesgo todo. Sin ningún tipo de sentido del humor y sin tampoco la más remota profundidad, la película se convierte en un film de acción y suspenso que va desperdiciando todas las oportunidades que se le presentan para ser una gran película. Muchas películas han jugado con estos temas, han hablado de la identidad, de los recuerdos, de las angustias acerca del sentido de la vida. Muchas, sin duda, pero Inmortal se inspira puntualmente en una que es muy diferente a todas, lo que sin querer expone todas las limitaciones de la película. Tarsem Singh, un director que suele llamar la atención por su estética barroca y exagerada, lejos de cualquier realismo, se ubica acá en un lugar más sobrio, pero no logra encontrar igual el tono. Es que Inmortal es una nueva versión de ese clásico maldito llamado Seconds (1966) de John Frankenheimer. La película de 1966 era oscura y perturbadora y era una rareza dentro del cine en aquella época, más aun por estar protagonizada por Rock Hudson, una estrella muy taquillera habitualmente asociado a films más amables. Quien no sepa de esta conexión entre Inmortal y Seconds no tendrá motivo extra para enojarse, pero eso no mejora a Inmortal. Porque la película se ve forzada, porque las vueltas de tuerca no la mejoran y su final es muy malo. Aun sin saber que es una remake disimulada, el espectador se puede dar cuenta que la película hace concesiones tan absurdas que le quitan el poco interés que venía acumulando desde el comienzo. Pasada la sorpresa inicial y los primeros minutos, no queda demasiado para ofrecer. Una película destinada a un olvido muy rápido, sin identidad, ni estilo.