Desde hace muchísimos años el cine ha ido incrementando su capacidad tecnológica. Desde los dragones de George Meliés a los extraterrestres azules de Pandora en la “Avatar” (2009) de James Cameron, toda investigación y posterior incorporación de efectos especiales y visuales persiguió un sólo objetivo: tener escenas creíbles, reales. O sea que no se noten los hilos de una nave espacial o la superposición de imágenes entre una iguana y cavernícolas rubios. El objetivo se cumplió con creces porque los adelantos tecnológicos nos dejan con la boca abierta pero, increíblemente, surgió un problema inesperado, todo eso se convirtió en la “estrella” de la película, quitándole lugar a ideas, guiones e historias con peso específico. Ni hablar de llevarlas a cabo.
“Inmortales” es una fiel muestra de ello. Al parecer todo se centra en los conflictos de los dioses griegos. Aparecen algunos conocidos, y otros de dudosa procedencia, necesarios para llenar la pantalla de gente que se mueve y se pelea sin que el espectador tenga muy claro quién va ganando o para qué lado patea.
Como la mayoría de todo lo que se ve es CGI (Computer Generated Images), o sea "espejitos de colores", el realizador Tarsem Singh (“La celda”, 2000) hace travellings y "paneos" tan vertiginosos como inverosímiles. Por ejemplo, hay acantilados tan altos hasta llegar a donde se desarrolla el concierto de piñas y patadas, que el lugar parece estar más cerca de la Luna que de la Tierra. Lo vemos a Mickey Rourke y a John Hurt como elementos decorativos ofreciendo los mejores momentos actorales, y a un Henry Cavill mostrando la trabajada musculatura que veremos en la próxima Superman.
El Rey Hiperión (Rourke) quiere apoderarse de una super arma para romper toda Grecia, pero Zeus (Luke Evans) manda a Teseo (Cavill) para impedirlo. Le conté la historia en menos de 25 palabras. Que mal, porque esto queda expuesto claramente en los primeros 10 minutos, para luego espera por otros 100 de puro caos. Funciona igual que un video juego moderno al que el espectador nunca es invitado a participar intelectualmente.
Nobleza obliga, estéticamente es interesante y, por supuesto, que el diseño de sonido, vestuario y demás rubros son impactantes, se sirven a sí mismos, pero no alcanza. Falta la historia, un desarrollo acorde, construcción de personajes y sobre todo un conflicto que sustente todo eso, para que, cuando uno salga de la sala, y se lo olvide de todo a los 10 minutos, no lo tome como síntoma para visitar a su médico. Simplemente vio una mediocre realización fílmica.