El retrato de un héroe, basándose en una historia real, ha dado en el cine títulos inolvidables y otros más bien olvidables. Si nos arriesgáramos a decir a cuál grupo pertenece “Inquebrantable”, seguramente estaríamos más cerca del segundo que del primero.
La dirección de Angelina Jolie y el guión de los hermanos Coen no han sido suficientes para concebir una buena producción. Los excesos - de todo tipo - y la falta de imaginación a la hora de montar las secuencias, son algunos de los elementos (recurrentes) a los que el espectador debe enfrentarse a lo largo de todo el film.
Louis Zamperini fue un atleta italo-americano que participó en los Juegos Olímpicos celebrados en Berlín en 1936. Pese a un futuro promisorio debió alistarse en el ejército para luchar en la Segunda Guerra Mundial. Allí sufrió un accidente de avión, y sobrevivió junto a otros dos soldados a bordo de un bote. Por 47 días flotaron a la deriva en medio del océano Pacífico, hasta que fueron capturados como prisioneros de guerra por la Marina japonesa.
La historia (basada en la novela de Laura Hillenbrand) es más que interesante, sobre todo teniendo en cuenta que dicho atleta olímpico existió. El problema es el enfoque dado, el mensaje aleccionador se divisa desde lejos. Y lo peor de todo es que se enaltece constantemente a un personaje que, aunque nos caiga simpático, no despierta completa empatía. Y no es culpa de Jack O'Connell, quien interpreta a Louis Zamperini, sino a esa desmesura emocional a la que apela Jolie para rodearlo de un halo de dramatismo hasta en los momentos menos pensados.
“Inquebrantable” presenta una absoluta ausencia de matices; la música de Alexandre Desplat bastaría como muestra. A ello habría que sumarle también los diálogos predecibles e insustanciales que no contribuyen a trasmitir nada del mundo interior de los personajes. Sin embargo, entre tantos elementos no resueltos, el trabajo de Roger Deakins es impecable. Merecidísima nominación al Oscar por mejor fotografía.
Hubo un tiempo en el que el mundo estaba menos contaminado, donde todos parecían menos cínicos, e incluso no lo eran tanto. En aquel entonces, un héroe como Zamperini podría ser inspirador, pero en estos tiempos se necesita de algo más - al menos cinematográficamente hablando - para que no aparezca como un recuerdo arcaico y muy poco creíble.