Instalado como director exitoso tanto en la televisión como en el cine; hay ciertas tendencias que parecen marcarse en la obra de Marcos Carnevale; las historias con gente que sufre alguna discapacidad o enfermedad grave en grado terminal; y la naturalización de una visión de clase, marcado en un ambiente de clase media acomodada – como mínimo en el mejor de los casos – desde donde pinta una suerte de costumbrismo sectorial.
Por eso, no tiene que sorprendernos que una nueva versión del film francés Intouchables (2011) haya recaído en sus manos.
Reza la segunda estrofa de la canción Amigos inmortalizada por Los Enanitos Verdes, “… No importa cuánto hay/En tus bolsillos hoy/Sin nada hemos venido/Y nos iremos igual… “No estaría siendo este el caso de la amistad que plantea Inseparables, en donde las conveniencias, los intereses, y el valor monetario ocupan claramente un significado importante.
Si ya vieron o conocen el galardonado y algo sobrevalorado film de Olivier Nakache y Eric Toledano (Ya adaptado previamente en la India y de próximo remake hollywoodense) no habrá grandes sorpresas por acá en cuento al argumento. Carnevale se encargó de traspasar casi escena por escena la misma película, hasta con planos idénticos más de una vez. Habrá sí algunas diferencias para ubicar la historia en nuestro país, o si se quiere, hacerla más universal; nada puramente sustancioso.
Felipe (Oscar Martinez) es un hombre adinerado, empresario nunca sabemos muy bien de qué, que ha quedado tetrapléjico, postrado en una silla de ruedas automática con la sola capacidad de mover su cabeza.
Exigente, a Felipe no hay asistente que le dure. Durante una entrevista, todos los postulantes son poco menos que impresentables. Pero en el medio interrumpe Tito (Rodrigo de la Serna), el ayudante del jardinero, hosco, bruto, descarado, maleducado; quien viene a reclamar la falta de pago por parte de su contratista (el jardinero, no Felipe, que es empresario, pero de los nobles).
Tito inmediatamente llama la atención de Felipe, que lo contrata como nuevo asistente a prueba por dos semanas por el simple hecho de que es el único que no lo mira con condescendencia. Con el pasar del tiempo, las asperezas se van limando -más o menos – o se complementan y surge entre ellos una profunda amistad de camaradería.
Más allá de ser un compendio de clichés y carecer de todo tipo de originalidad, el film de Nakache y Toledano funcionaba por ser consciente de cierta realidad de la Francia actual respecto a los inmigrantes, por manejar un buen timing, despertar interés por el devenir del hombre tetrapléjico, y presentarse de un modo muy correcto desde lo técnico. Nada de eso existe en la versión local.
Driss, el inmigrante senegalés compuesto por Omar Sy, es remplazado por el Tito de Rodrigo de la Serna, quien nunca deja muy en claro si tuvo antecedentes penales (a diferencia de Driss que sí los tenía), ni tampoco su procedencia, por más que se le agregue una pequeña historia respecto a su familia humilde. Tito no pareciera vivir en un barrio de emergencia (lo que vulgarmente se conoce como villa) pero actúa según los cánones del cliché de la ficción sobre los habitantes de los mismos. En una buena composición por el texto que le toca en suerte, De La Serna compone un personaje habitual en él, espontáneo, fresco, y bastante histriónico.
Martinez, por el contrario, se ve incómodo en su papel, un ojo atento podrá notar algún movimiento de más en un tetrapléjico, no entra del todo en el juego de la comedia, y no logra una buena química con su contraparte.
Canevale decide invertir la ubicación de algunas escenas respecto al original, por lo cual, sumado a que se trata de casi una copia fiel de una película muy popular, el misterio por el devenir de los personajes es casi nulo. El guion presenta algunas incongruencias, lugares vacíos, y la utilización de planos más bien televisivos, tampoco ayuda en lo técnico.
Por momentos, Inseparables pareciera un film hecho a las apuradas, sin demasiado criterio propio, y que resalta los errores o incomodidades que en film francés ya se vislumbraban, pero estaban mejor disimulados. La condescendencia hacia la clase aristocrática, el cúmulo de clichés sobre la gente de bajos recursos, la superación personal por medio de logros alcanzados exclusivamente con el dinero, el choque de clases en el que siempre “el pobre” es el que cumple la función de monigote de entretenimiento de feria; todo eso, que ene l original ya se asomaba, acá se muestra de modo explícito, molesto, quizás por una cuestión de idiosincrasia diferente a la francesa.
Se siente ajena, impostada; sin un gran progresivo dramático, que intenta ocultarse mediante una banda sonora de las más extrañas y desubicadas de los últimos tiempos en el cine argentino, un jazz melódico acompañado por tarareos, estilo jingles publicitarios de los años ’80, fuera de tiempo y sin un criterio demasiado claro desde lo incidental; desde los policiales explotation furor en los ’80 y ’90 no escuchábamos algo similar.
Hay algunos aciertos individuales, como la labor de la Serna, o Alejandra Fletchner, que sacan sus ´personajes a flote a puro talento pese a lo encorsetado.
Inseparables podrá ser del agrado del público que su director ha formado a lo largo de sus nueve películas de probado éxito más allá de las consideraciones que podamos tener. Tiene todos los ingredientes para captar al público masivo, no hay dudas de ello. Quienes busquen ir un poco más allá, realizar un análisis profundizando sobre la superficie, seguirán encontrando esa “extraña” ideología que tanto ruido nos hace; cuestión d hasta dónde extendemos la mirada.