Balada de un hombre común

Crítica de Ana Manson - Toma 5

La nueva película de los hermanos Coen llega finalmente a nuestro país, después de un demorado estreno en todo el mundo. Aclamada por la crítica y defendida por los seguidores de estos cineastas como cualquiera de sus predecesoras, no da para tanto.
Si te estás preguntando por qué quedó fuera de las más famosas premiaciones, fue justamente por la fecha de estreno en Estados Unidos y no por falta de adeptos, ya que a los directores no les importó retrasar el rodaje con tal de terminarla como ellos querían.

Pero yendo a la trama, esto es lo que nos encontramos si vamos a ver esta película sin saber de qué se trata: el título original en inglés alude al demo del protagonista, no es que vayamos a experimentar un viaje metafísico al interior de la mente y el alma de este incomprendido. Por el contrario, resulta improbable que vayamos a empatizar con sus sentimientos, ya que se trata de un personaje bastante caricaturezco.

Aún así, Llewyn cuenta con casi todas las características reconocibles del arquetipo de músico bohemio, soñador incurable, y con un ego de la misma magnitud que su talento. Se la pasa frustrado por no poder vivir de su profesión, mientras ve a sus amigos triunfando con las mismas herramientas de las que él dispone, pero con mucha más suerte. Además, en el preciso momento en el que se desarrollan los sucesos de la película (año 1961) surgen en la escena de la música neoyorkina grandes talentos como Bob Dylan, destacando entre los cientos de músicos que quieren hacer de su profesión un medio de vida en esa época en particular. Todo esto, sumado a un trágico suceso en el pasado personal de Llewyn, lo vuelve un tipo pesimista y malhumorado. Pero comprometido con su objetivo, se esfuerza en poder vivir de su pasión, aunque en sus propios inflexibles términos.

Se trata de una de esas películas que comienzan por el final, uno que no justifica el recurso. Vivimos un par de días en retrospectiva junto a Davis, que son bastante particulares y llenos de desventuras, pero no pasan de ser simples días normales en la vida de alguien que no encuentra un rumbo fijo. Al final la historia nos deja con un gustito a poco, a conflicto no resuelto y a dos horas que pasaron sin pena ni gloria y no sumaron mucho a nuestra experiencia como espectadores.