El cantante que nunca estuvo
Esta nueva película de los hermanos Joel y Ethan Coen narra la historia del Llewyn Davis del título (Oscar Isaac, toda una revelación), joven cantautor sin éxito profesional, económico ni afectivo (y perseguido además por la peor de las suertes a cada instante de su vida) que vive de casa en casa. Se suma, así, a la larga galería de patéticos perdedores de los creadores de Fargo, Barton Fink, El gran Lebowski, Simplemente sangre y Sin lugar para los débiles.
En la primera escena del film, con Llewyn Davis cantando uno de sus temas en The Gaslight Café -pleno Greenwich Village de 1961-, se puede ver entre el público a un joven muy parecido a Bob Dylan. Cerca del final de la película, cuando el protagonista abandona el escenario, ese muchacho se sube al estrado y, efectivamente, escuchamos a quien luego sería la figura clave del folk (con Joan Baez, Joni Mitchell y tantas otras).
Porque Inside Llewyn Davis es eso: la “apropiación” que los Coen hacen de esa era pre-Dylan a partir de un personaje de ficción inspirado en la figura real del hoy músico de culto Dave Van Ronk. Así, más que una reconstrucción de época hay aquí una recreación o, mejor, una invención fiel al estilo desprejuiciado pero respetuoso a la vez de los directores, quienes -sin embargo- logran transportarnos a la bohemia de bares, clubes nocturnos, intelectuales esnobs y artistas frustrados.
La película -ganadora del Gran Premio del Jurado en el último Festival de Cannes aunque prácticamente ignorada en los recientes Oscar- está plagada de situaciones absurdas, con ese humor negro y espíritu tragicómico (hay desde suicidios hasta embarazos no deseados) que son el sello de los Coen. Y, esta vez, los gatos son casi tan importantes en la trama como los protagonistas (y mucho más queribles que ellos). Todos los temas (bellísimos, gentileza del productor musical T Bone Burnett) se cantan en vivo y ¡completos! En ese sentido, Isaac entrega no sólo impecables interpretaciones sino también un aire melancólico, tristón, chaplinesco, que se engancha con la nostalgia de aquella época y su look 100% loser.
En los habituales y simpáticos personajes secundarios del cine de los Coen se lucen Carey Mulligan, Garrett Hedlund, Justin Timberlake y F. Murray Abraham. En cambio, en esta oportunidad, no es tan logrado el trabajo de John Goodman, como un músico de jazz que acompaña a Davis en una larga secuencia típica de road-movie (un viaje nocturno entre Nueva York y Chicago) que no es de las más inspiradas de un film, que contó con el inestimable aporte estético del DF francés Bruno Delbonnel en la creación de climas siempre nostálgicos y fascinantes.
Para quienes detestan que los Coen "maltraten" a sus personajes y los miren siempre desde arriba, Inside Llewyn Davis no va a reconciliarlos precisamente con su cine, pero sí es de esas pequeñas películas (las menos pretenciosas) de los hermanos que -por lo menos en mi caso- más se disfrutan.