Magistral visita de los Coen al universo folk
La ultima película de los hermanos Coen empieza con un músico folk (Oscar Isaac) interpretando solo con su guitarra una canción cuya letra pide que lo lleven al patíbulo y lo ahorquen de una vez por todas. La idea es que si algo viejo siempre puede sonar nuevo, es que es música folk: noción totalmente aceptada en el antro de Greenwich Village, barrio bohemio por excelencia de Nueva York hacia 1961. Esta introducción es tán autentica, y la canción tan buena y bien interpretada como para que el espectador se sienta tentando a aplaudir la actuación junto a la escasa audiencia.
Este extraño fenómeno más propio de un rockumental que de una historia de ficción se repite varias veces a lo largo de esta obra maestra, en la que los hermanos Coen se superan a sí mismos al aplicar una fórmula tipo "Barton Fink" a un asunto más complejo, dado que necesita actores que puedan cantar de modo convincente para ese momento, agregándole el tono satirico del caso tanto a la música como la actuación.
La mayor cualidad es la capacidad de los Coen para retratar una época y un ambiente especifico con el mayor respeto y rigor por la reconstruccion histórica y el retrato de esos personajes, tanto como para que la ironía permanente pueda ser vista como algo natural, y que cuando se les cante la gana pueden lanzar todo el asunto a un terreno casi fantástico, al borde de lo sobrenatural o surrealista. Ese tipo de imágenes y situaciones que desde hace décadas forman parte de la imagineria propia de los autores de "Simplemente sangre" y "De paseo a la muerte".
De ahí que por momentos un viaje de Nueva York a Chicago pueda parecer más fiel a la literatura beatnik de "En el camino" que cualquier adaptación fiel de Jack Kerouak, aun cuando por momentos todo se vaya a un universo rayano en lo fantástico. Igual que en "Barton Fink", los Coen logran mezclar convincentemente la locura del lugar y la época con sus delirios más audaces, en este caso sin perder el sentido de la sátira corrosiva que es lo que vuelve convincente sus idas y venidas entre lo levemente absurdo y los delirios imposibles,
Como siempre, o quizá más que nunca, su mayor herramienta para lograr algo tan difícil es el humor negro: algo que su habitual John Goodman conoce como nadie, con un personaje folk-fóbico que funciona de un modo similar al matón que enloquecía del todo al escritor John Turturro en "Barton Fink".
Un gran logro, o tal vez un gran desafio, haya sido armar un soundtrack más esencial y elaborado que el que produjeron junto al mítico T-Bone Burnett para "Dónde estas hermano" (si hubiera una banda sonora difícil de superar, tanto como para los cineastas como para Burnett, seria esta). Por el tipo de film aquí la música confirma que tiene vida propia independientemente de su imprescindible función en el film. Las canciones no sólo son interpretadas por los actores, sino que en general fueron compuestas por miembros del elenco y los dos Coen, por supuesto atendiendo a su necesidad de que sonaran de esa época, que no dejen de incluir detalles paródicos y que además, lo mas difícil, nunca dejen de ser excelentes canciones folk.
Por eso, entre muchas otras cosas, el trabajo del protagonista, Oscar Isaac, vale por dos, ya que no sólo compone un personaje complejo y excéntrico aunque coherente con su estilo de vida contracultural, sino que debe completar ese papel demostrando el talento de un músico de ese estilo y época específicos, logrando que el ficticio Llewyn Davis parezca más real que el mismísimo Robert Zimmerman (cantautor mas conocido como Bob Dylan, que aporta al asunto un tema casi desconocido de aquellos tiempos, más algo de su leyenda).
Cada actor secundario se luce dando vida a personajes que luego de ser presentados de forma mas o menos lógica o naturalista, casi siempre dan un paso al mas allá. En este sentido, el Salieri de "Amadeus" de Milos Forman, es decir F. Murray Abraham, compone uno de sus mejores trabajos, convirtiéndose en uno de los personajes esenciales del film: por algo el es quien le da sentido al título original, "Inside Llewyn Davis".
La riqueza de imágenes, actuaciones y referencias históricas y musicales, sumadas a las imprevisibles explosiones de humor negro y surrealista al mejor estilo Coen, confluyen para explicar la dura vida del artista visionario, quizá tan adelantado a su tiempo como atrasado respecto de sus necesidades practicas, en una aventura tanto o más imprevisible que las de esos clásicos infantiles sobre mascotas perdidas que recorren miles de kilómetros para regresar a sus hogares, como en "Lassie vuelve a casa" o "El viaje increíble" de los estudios Disney. Los Coen subrayan la metáfora con una subtrama totalmente literal, con talento gatuno a la altura del histrionismo de sus colegas humanos.
Por algún motivo las historias sobre el nacimiento de movimientos contraculturales no abundan en Hollywood (justamente esta es una coproducción con Francia y la CBS). En todo caso, esta odisea folk haría un excelente doble programa con otra gran pelicula ambientada en el mismo "Barrio Bohemio", dirigida por Paul Mazurski en 1976. Por supuesto, en algún momento los Coen se refieren a su titulo original: "Next Stop, Greenwich Village!".