Balada de un Hombre Común (Inside Llewyn Davis, 2013) podrá gustar o no, pero si algo es seguro es que no tiene absolutamente nada de común; porque la más reciente de los hermanos Joel y Ethan Coen es una película tan amena, cálida y placentera como seca y desabrida, que supo cómo transformar el fracaso sistemático en algo hermoso.
Cuando hablamos de algo hermoso, estamos hablando de Oscar Isaac, el eje gravitatorio de Balada de un Hombre Común. En la primera escena, la de presentación del personaje, ya queda claro que goza de un halo aparte: el plano está en penumbras y él emana luz como si fuese una luna llena dentro de ese bar, con su voz triste y angelical. Cuando Oscar Isaac canta, todo lo frío se torna cálido y súper sentimental; la película parece construida exclusivamente para que él y su magnética fotogenia se potencien hasta el punto en que resulta casi imposible imaginarse a otro actor como protagonista de esta historia. Algo parecido sucede con cada tema de la exquisita banda sonora, una de las mejores en lo que va del año. Él canta “Hang Me, Oh Hang Me”, tema que pinta de cuerpo entero lo que está pasándole por dentro, porque esa es la verdadera lucha que plantean los Coen: el viaje que encara este héroe roader es un viaje interior.