La vida de un joven cantante de folk en el universo de Greenwich Village en 1961. Peliculón.
Cuando los hermanos Coen anunciaron que iban a concretar este proyecto me entusiasmé porque se trata de un período musical histórico y mágico que tuvo lugar en un momento muy especial de Estados Unidos.
Como si eso no fuera poco, los directores encima expresaron que tomarían como fuente la autobiografía de Dave Van Rock, ícono del folk y también gran intérprete de blues, que tuvo una enorme influencia en artistas que trascendieron después como Bob Dylan o Joni Mitchell.
Es probable que la idea de este film haya comenzado de esa manera pero luego tomó un camino completamente diferente.
La realidad es que Balada de un hombre común (Inside Llewyn Davis) tiene muy poco que ver con Dave Van Rock y muchísimo menos con el verdadero mundo del folk de Greenwich Village.
La trama sigue durante el transcurso de una semana a un artista perdedor, golpeado por la vida, que intenta sobresalir en la música dentro de una especie de universo alternativo donde la Nueva York de 1961 se presenta como un lugar lúgubre y depresivo para vivir.
El mundo de Greenwich Village a comienzos de los ´60 estaba muy lejos de ser un ambiente triste y hostil como el que se muestra en este film. De hecho, es recordado por haber sido justamente lo contrario.
Por aquellos días comenzaba a surgir un nuevo movimiento cultural donde aparecieron jóvenes trobadores urbanos como Dylan, Joan Báez, Tommy Manken y los hermanos Clancy, y Judy Collins entre tantos otros.
En esas calles de Nueva York se respiraba música y poesía y la gran camaradería que había entre todos los artistas gestaron un momento único y especial. Estados Unidos vivía la era de Camelot.
Un tiempo donde se percibía cierta inocencia en el ambiente antes que asesinaran a Kennedy,estallara la guerra de Vietnam y Dylan se convirtiera en una mega estrella que despertaría el interés comercial de las discográficas por el folk.
Un género que era despreciado por los músicos de jazz que no consideraban artistas de verdad a la gente que tocaba canciones en los bares con una guitarrita acústica. Este es uno de los pocos aciertos de los Coen en este tema que está muy bien retratado en una gran escena con John Goodman.
Mas allá de esta versión exageradamente oscura que se presenta del ambiente del folk, la película nunca desarrolla con profundidad el apasionante mundo en el que se desenvuelve el protagonista.
El espectador acompaña a Llewyn Davis en su pobre y miserable vida mientras desciende por el infierno de las adversidades, pero al personaje tampoco se lo llega a conocer en profundidad.
Llewyn Davis representa la cara de los que no lo lograron. Un artista que llegó al límite de su talento y se da cuenta que su música no lo condujo a ninguna parte y tiene problemas para encontrar su lugar en el mundo del folk.
La idea del cuento que proponen los Coen está buenísima, el problema es el modo en que lo narran. Todos los personajes, incluidos el protagonista, son miserables, depresivos o apáticos y el film divaga demasiado en la nada.
El conflicto de la película, al igual que Llewyn Davis en su vida, no va a ninguna parte y por momentos pierde interés y se vuelve bastante aburrido. Pese a todo esta producción también tiene sus méritos que no se pueden ignorar.
Hay un gran trabajo de Oscar Isaac, el protagonista, especialmente en las escenas musicales, las participaciones en roles secundarios de Justin Timberlake, John Goodman y Carey Mulligan, que logran que la película sea menos densa, la bella fotografía de Bruno Delbonnel (Amelie) y la banda sonora de T. Bone Burnett.
Sería raro que los Coen hicieran una película mediocre alguna vez y este film no lo es. Sin embargo, tampoco sobresale como la gran producción sobre el mundo del folk que se había anunciado en los medios.
Ojalá en algún momento alguien filme Outside Llewyn Davis y presente a modo de respuesta una buena película que retrate con más fidelidad este periódo apasionante de la musica norteamericana que acá se distorsionó al antojo de los directores.