Lo vamos a decir simple: el problema de los hermanos Coen reside en que se ponen por encima de sus personajes. Aunque a veces -este es el caso-, incluso cuando los hacen padecer un poco de más, se les filtra algo de calor humano, de empatía y de simpatìa, en el cuadro. Esta historia de un cantatne folk no muy afortunado en el contexto de los sesenta dylanescos, con un bello gato a cuestas (claro: un gato hace que cualquier cosa suba de categoría) tiene una calidez y una emoción que les falta a casi todo el resto de su obra. Bella y agridulce.