Los hermanos Coen ya en “Dónde Estás Hermano” mostraron su interés por el mundo de la música para narrar historias que de musicales no tenían nada. En esta oportunidad en “Inside Lewyn Davis”(USA, 2013) no sólo se desnudará el negocio musical detrás de los solistas norteamericanos de los años sesenta, sino que se tratará de reflejar (al tempo que nos tienen acostumbrados los directores) la lucha de un hombre común por subsistir en un medio hostil (y no sólo el de la música).
Los tugurios más horribles de Estados Unidos sirven para que Lewyn Davis, en una lograda actuación de Oscar Isaac (“W.E”), pueda poner a prueba no sólo su voz, sino principalmente su lucha por su “norte” y sueños. No es fácil para él ya que nunca quiso circunscribirse al estilo dominante y mucho menos fue participe de “apretadas” para que haga algo que no le gustaría hacer.
Davis es capaz de atravesar una ciudad y hasta estados enteros con el fin de no fallarle a algún amigo (aunque el protagonista no tiene amigos, sólo posee personas a las que usará de acuerdo a las necesidades que le surjan), pero también es capaz de hacer eso con el único fin de evitar sentirse un perdedor. Y ahí es en donde los Coen nos envuelven. En la automática empatía con este personaje que ha perdido todo pero que intenta salir adelante.
Hay un gato que lo acompañará en las travesías. Es ese felino justamente, y con una cuota de realismo mágico, el que lo guiará y ayudará a encontrar su sueño. Un camino en el que se encontrará con gente que lo único que verá en el es la posibilidad, o no, de hacer algo de dinero.
Lewyn está en las últimas, y el mundo lo desprecia (por ejemplo su amante, interpretada por una expresiva Carrey Mulligan, lo aborrece) con el único propósito de recuperar sus 15 minutos de fama, y que aun a su pesar, se han compuesto por un par de hits musicales que hasta el mismo despreciaodia, y justamente así él funda sus vínculos con los demás.
Nadie lo apoya, porque el además mote de “popular” se contrapone con los ideales y el espíritu revolucionario de cambio de la época en la que él vive y atraviesa. Si va a cenar a la casa de algún amigo termina peleándose con la mujer del anfitrión por trivialidades.
Una correcta dirección de cámaras acompaña una fotografía impecable. Justamente este último ítem (con una merecida nominación a los últimos premios Oscar) subsana cualquier desprolijidad en la progresión de la historia.
“Inside…” no es una obra maestra, pero es una película que atrapa porque en su disparidad y dispersión (bien podría haber sido una serie de TV con capítulos que detallaran cada momento de sus viajes e intervenciones) y con la excusa de las presentaciones musicales, es en donde funda su razón de ser.
Para amantes de los filmes de superación personal, pero con un plus de maestría en la narración de los sucesos, “Inside…” es una vuelta de tuerca sobre las películas musicales y un gran regreso de los Coen a la pantalla grande.