Costumbrismo 2.0
Una pareja que busca un embarazo, un veterinario que milita el poliamor y una amiga ninfómana, todos unidos por una serie de enredos y situaciones imposibles para el cine de hoy. Instrucciones para la poligamia es una historia que podríamos resumir como “costumbrismo 2.0”, cuyos personajes encarnizan cierta dinámica del argentino de clase media (al menos esa es la idea) mezclada con algunos de los temas más urgentes pero a modo de pinceladas de trazo grueso. Hay feminismo, poliamor, corrupción estatal y otros temas con los que pueden empatizar miembros de un comité que otorga subsidios, por ejemplo. Todo en una ensaladera de plano y contraplano, por si hacía falta un celofán televisivo. Ni siquiera funciona el timing para los gags, todos forzados al límite del ridículo como el caso de la secuencia de la cena, que tiene un broche de oro con puertas que se abren y se cierran, bien en el género teatral de la revista porteña. ¿Cine? Poco. Sí pasan cosas delante de una cámara de cine, pero pegar dos planos de actores y actrices haciendo una “perfo” para que se proyecte en una sala no es suficiente. ¿Habrá un público que busque productos como Gasoleros hoy en 2019? ¿Y para verlos en un cine?
Sebastían Sarquís en su tercera película expone lo peor del cine argentino, ese que pretende hacer películas porque se puede, porque no importa donde la estrenes y porque todavía menos importa si hay un tipo de público para que las vea o no. Ya desde sus títulos hechos en una tipografía símil Comic Sans, Instrucciones para la poligamia ilustra la ausencia de pasión por parte de sus realizadores. Si ni siquiera existe un mínimo vuelo creativo para pensar unos paratextos novedosos, ¿Qué se puede esperar del resto de la película? Podría decirse que esos títulos no son más que una sinécdoque de los 96 minutos que dura esta comedia fallida y desganada.
En estos tiempos en los que se debate qué es cine y qué no lo es, no dejan de brotar películas argentinas que no se ruborizan en pensar estrategias televisivas para sus historias. El costumbrismo, ese mal que tuvo su apogeo en la TV nacional allá por fines de los 90, parece resistir todavía en una parte del cine argentino que está más preocupado por el estreno inmediato que por la visualización de, al menos, un grupo de espectadores; es así que el único destino de estas producciones es el Cine Gaumont y en pocas funciones. Todo muy triste.