Del tándem de estrenos documentales de esta semana, puede distinguirse a “INSULA” por haber tomado riesgos e intentar atravesar la búsqueda de un lenguaje diferente, deconstruyendo el propio código del documental para armar otro, que sabe jugar al borde de los límites de realidad / ficción y también del “cine dentro del cine” -más puntualmente en este caso, el mundo del “documental dentro del documental”-.
Una pareja de cineastas (Maria Soldi y Franciso Benvenutti, con un notable desequilibrio en lo actoral que hace que cueste aceptar naturalmente a sus personajes en una primera instancia y que suenen creíbles) se acerca a la comunidad wichi, en la localidad de El Traslado, provincia de Salta en donde comenzarán a filmar su documental, el que apunta a retratar la cotidianeidad de sus pobladores en una visión etnográfica no carente de cierta impostura por parte de ellos: acompañarlos sus tares, sus rituales, analizar su organización, sus creencias.
Aparecen rápidamente las discusiones de la pareja, en donde no solamente se debate sobre sus temas personales sino que fundamentalmente polemizan sobre la mirada que se impone a la hora de lo que cada uno de ellos elige mostrar en el documental. La directora, María Onis, se permite un espacio de reflexión sobre la construcción de una mirada del autor, el sesgo del documentalista –y de todo artista- sobre el propio material que quiere mostrar, los diferentes abordajes y puntos de vista que pueden existir sobre un mismo objeto de análisis y los resultados que pretenden obtener de su trabajo, en donde surgirán ciertas conversaciones en donde quedan firmemente expuestas las miradas prejuiciosas de sostienen cada uno de ellos, los preconceptos que en cierto modo estigmatizan a la forma de vida, las costumbres y el modo en el que funciona esa comunidad que es el propio objetivo del documental.
Onis tiene como principal hallazgo el hecho de incomodar a los personajes y someterlos a una búsqueda en la que también hace partícipe al espectador en forma activa, donde no solamente se participa del recorrido de este documental como pieza cinematográfica –con el backstage que tiene éste y cualquier otro documental-, sino del de sus propios protagonistas contra sus propios prejuicios que juega al mejor estilo de cajas chinas uno dentro de otro infinitamente.
Formando un interesante juego de espejos, las fracturas de la pareja, repercuten también en su obra, y viceversa. Puntos en los que no acuerdan, posiciones casi opuestas frente al objeto estético y la aguerrida toma de posiciones donde, por un lado, la directora que direcciona la mirada y elige qué mirar (casi negando, al mismo tiempo, ser un alter ego para Onis) y del montajista que a la hora de editar, también impone su mirada propia y reescribe lo filmado bajo su propia ética y percepción, construyendo indirectamente otra nueva narrativa.
Despareja, irregular, arriesgada y hasta en cierto modo lúdica “INSULAR” gana interés, paradójicamente, en los fragmentos no documentales, con las participaciones de Andrea Garrote, Nati Menstral, Fernando Noy y Mariano Sayavedra.