El poder de la lente
La pregunta sobre el sentido de hacer un documental es tan perturbadora como entusiasta para esta comedia con ecos de otras películas que se entrecruzan como por ejemplo Opus (Mariano Donoso, 2005) desde el punto de vista de la subjetividad versus la falsa objetividad que arrastra todo proyecto documental.
Pero el detonante son los roces no creativos sino de pareja, la sociedad entre una realizadora y su editor dentro y fuera del proyecto, que procura acercarse o al menos aproximarse antropológicamente a los pueblos originarios en la provincia de Salta.
La impronta rupturista y latente, junto al discurso sobre estereotipos de un grupo identificable, están presentes en Ínsula, así como el cuestionamiento a los alcances del cine como herramienta de conocimiento. Esos son algunos de los tantos eslabones de una larga cadena de ideas que también se rompen cuando entre lo que se ve, aquello que se elige desechar o simplemente las discusiones y dilemas de la ética ante el fenómeno cinematográfico, arrancan sonrisas cómplices en medio de esa sensación de pedantería irresuelta a la hora de empuñar una cámara y ponderar el arte para registrar la realidad, un fenómeno con vida propia que se escapa al poder de la lente y mucho más de la sensibilidad para el que observa.