Chéjov para millones
Intercambio de almas (Cold Souls, 2009) halla la manera justa de hacer divertido un conflicto de índole existencial. Paul Giamatti -haciendo de él mismo- se encuentra en crisis y acude a una clínica para que le extraigan su alma. Oscura, extraña y divertida, esta comedia de ciencia ficción bien podría haber sido un drama profundo. Pero no lo es.
¿Cómo hacer simple lo complejo? ¿Cómo exteriorizar un conflicto interno? Paul Giamatti trata literalmente de recuperar su alma con forma de garbanzo. Al concurrir a una clínica para dejar de sufrir da con un novedoso tratamiento que consiste en extirparles el alma a las personas y luego, ante la ausencia de sentimientos, otorgar un alma ajena.
En medio de ese “intercambio” se mezclan dos países: EE.UU. y Rusia. Uno realiza el tratamiento mediante la sociedad de consumo, ofreciendo el servicio, el otro mediante el mercado negro. A su vez, mientras los norteamericanos anhelan el alma poética de los rusos, los soviéticos admiran la frivolidad del alma yankie.
Nadie mejor que Paul Giamatti para personificar el conflicto. Un actor tratando de ser serio en una obra de Antón Chéjov “Tío Vanya”, pero irremediablemente cómico. Su desgracia conmueve y divierte por igual por lo ridículo de su destino. Si recordamos Entre copas (Sideways, 2004) captaremos la esencia del actor.
Intercambio de almas está escrita y dirigida por Sophie Barthes, pero bien podría tratarse de un argumento de Charlie Kaufman, ya que su estilo condice con el del film: buscar en la ciencia ficción la manera de exteriorizar –y a la vez parodiar- un conflicto existencial.
El resultado es un film delirante, surrealista y no menos valedero en su propuesta existencialista. Despues de todo, la búsqueda del alma es siempre un dilema de la humanidad, tenga o no forma de garbanzo.