Tres años después de haber sido concebida llega a nuestro medio la opera prima de Sophie Barthes, “Intercambio de almas”. Por el título uno puede imaginarse de qué se trata, aunque en realidad es sobre-explicativo considerando que originalmente se llama “Cold souls” (almas frías), lo cual está mucho más cercano la esencia de la idea.
Como declaración de principios el comienzo tiene un fundido negro con una frase de Descartes: “El alma se sitúa en la pequeña glándula localizada en el centro del cerebro” Este enunciado sirve como punto de partida para plantear una realidad alternativa que se irá revelando a través del protagonista.
Paul Giamatti (Giamatti - Paul) es un actor que está en plena búsqueda para componer el complejo personaje del “Tío Vania”, de Chéjov, en una nueva puesta en escena. En un momento reconoce las enormes dificultades que atraviesa en esta búsqueda. Se siente vacío, inocuo, falto de energía. Después de intentar, sin éxito, solucionar el problema cae de visita a un lugar que le recomendaron. Allí el Dr Flintstein (David Strathaim) ofrece una terapia científica consistente en extraer, durante un tiempo a determinar, el alma del paciente alegando que es el factor fundamental por el cual la gente queda trabada en sus vidas debido a toda la carga emocional que se aloja en el "órgano".
Desesperado por una solución, Paul accede a la propuesta sin pensarlo demasiado. Luego de ver su alma (que parece un garbanzo) en un frasquito, y sintiéndose bastante más liberado, liviano si se quiere, los siguientes ensayos se producen ante el estupor del director y del resto del elenco que no entienden lo que está pasando. Sin darse cuenta, Paul aceptó ser un actor sin alma, despojándose de una de las herramientas más importantes de su profesión. Este es el momento donde aparece el humor en esta comedia agridulce.
Hasta aquí “Intercambio de almas” logra instalar muy bien el verosímil en forma lineal y directa. La ficción planteada funciona como metáfora para explorar el intrincado mundo de la actuación, metiéndose en la piel de un artista en pleno proceso de búsqueda, cuando esta es interferida por factores externos. Hay una subtrama que va mechándose de a poco en el guión, mostrando a Nina (Dina Korzun), una mujer rusa que oficia de "mula" en el negocio del tráfico ilegal de almas.
Muchas veces se ha dicho que la comicidad en los actores comienza cuando éstos se toman su personaje en serio. El humor entonces es percibido por los espectadores a partir de tener claro el cuadro de situación y la risa nace por oposición. Gracias a la fenomenal actuación de este enorme actor que es Paul Giamatti, la película atraviesa los estados de ánimo de un personaje perfectamente delineado por la directora y guionista que, lejos de esquivar el bulto, profundiza su propuesta sin dejarnos olvidar nunca su oferta principal: ser espectadores del proceso creativo de un actor.
La atmósfera opresiva y fría es apuntalada por una dirección de fotografía muy trabajada por Andrij Parekh y una cuidada compaginación de Andrew Modshein.
“Intercambio de almas” es una de las buenas alternativas que podemos ver comenzado el año. Tardan en llegar a veces, pero vale la pena la espera del cine independiente de Estados Unidos. Todavía tiene cosas para decir.